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Azaroak 17 Astelehena
El escenario urbano: campo de lucha
Publicado el 28 de octubre de 2025 / Por Iñaki Urdanibia
Hay libros que en su brevedad destacan por la abundancia de informaciones que contienen. Es el caso del libro de Daniel Palacios González y José María Durán Medraño, editado por la iruindarra Katakrak :«¿Quién tiene derecho al monumento?».
Las casi doscientas páginas no tienen desperdicio, no habiendo hojas de relleno, en todo el libro se exponen diferentes posturas y casos, que se extienden a diferentes lares geográficos e ideológicos: Rusia, China, Cuba, Vietnam, Argelia, Sudáfrica, Namibia, Angola, Argentina, Chile, Alemania, España, y…suma y sigue; dieciséis fotografías acompañan al texto, haciendo que se conozcan algunos de los monumentos de los que se habla. Queda claro desde el principio que los monumentos no son inocentes, ni neutros sino que responden a diferentes intereses y posturas ideológico-políticas, revelando las ideas dominantes de las capas dominantes de la sociedad, muy en especial a las estructuras económicas y capitalista-coloniales. Podría aplicarse al caso, cambiando lo que haya de cambiarse, aquello de que los monumentos dominantes son los monumentos de las clases dominantes.
La travesía es de hondura y se van quedando expuestas diferentes posturas que enfocan el asunto, recurriendo a diferentes triquiñuelas, con el fin de dorar la píldora: así se analizan las maniobras de resignificación que no hacen sino por medio de algunos retoques, mantener el significado esencial de lo supuestamente modificado, no legando a eliminarlo. Papel importante en este tipo de operaciones de maquillaje juegan los pretendidos expertos que tienen la última palabra, y que son quienes deciden ya que ellos son los que saben mientras que el resto no hace sino usar emociones sin argumentos sólidos. El resultado de estas operaciones es la complicidad con lo dado, su normalización. Quedan expuestos diferentes operaciones en las que se ve a las claras el papel esencial del Estado y de los poderes económicos, apoyados en diferentes entramados ideológicos. Asoma también la defensa de algunos monumentos con la excusa de que son patrimonio que no se puede, ni se debe, cambiar, ya que hacerlo, sería borrar parte del pasado, y se ha de guardar respeto a la historia; en este orden de cosas quedan presentados los monumentos creados con el fin equis determinado y otras construcciones antiguas que pasan a ser considerados como monumentos igualmente. Quedan presentadas del mismo modo las diferencias y jerarquización entre algunos monumentos y otros, cabiendo a los segundos lugares y espacios marginales cuando no ocultos, placas en el suelo -que al ser pisoteadas suponen otro castigo sobre las víctimas, una re-victimización- o en algunas paredes prácticamente invisibles; no hace falta ni decirlo, que se destaca la jerarquía, reitero, que funciona a favor de lo establecido frente a lo crítico y rebelde…y quedan aportados casos como el de los romaníes, o el de la líder espartaquista Rosa Luxemburgo, quedando claro el agravio al que se somete a unos frente a otros. Juega un papel esencial también el mecenazgo, privado,que apoya aquello que responde a intereses de conservación y de limpieza de posibles responsabilidades y culpabilidades, reforzando la memoria selectiva, y el revisionismo.
Si quienes lucharon contra el fascismo, el colonialismo, el racismo, el patriarcado, el imperialismo y defendieron banderas emancipadoras quedan relegados cuando no ninguneadas, se muestran casos en que los monumentos en ciertos países han celebrado la lucha por liberaciones varias y por cambios sociales en profundidad, monumentos en los que el protagonismo cambia de sujeto, para ser encarnado por obreros, mujeres, y combatientes varios. Monumentos que no solamente homenajean el pasado, sino que son flechas que señalan a un futuro prometedor. Por esta senda aparecen la ideología de los contramonumentos y la reivindicación de la iconoclasia, ya presente en los communards parisinos y otros plebeyos…empeñados en provocar una interrupción en la marcha de las cosas.
Quedan, reitero, desveladas diferentes políticas monumentales y no faltan los nombres propios de quienes defienden algunas posiciones consensuales y de componenda como las del dialógico y comunicacional Jürgen Habermas, Francis Fukuyama, y otros, teóricos y/o diseñadores arquitectónicos, y frente a ellos los autores recurren a Louis Althusser, Walter Benjamin, Wendy Brown, Bertolt Brecht…