Reseña: EL MAR ES TU ESPEJO

EL MAR ES TU ESPEJO
(Catalina Gayà Morlà, Libros del KO, 2017 Madrid)

«La noche sacaba a la luz a los abandonados, a los expulsados de las escaleras mecánicas, a los desterrados de los contornos del capitalismo» (p. 118)

Este libro narra un viaje paradójico. Un viaje a barcos quietos, abandonados. Estancados por unas leyes laxas y una longevidad excesiva. Un viaje a puertos del Mediterráneo donde malviven tripulaciones u hombres solos, en los límites de esa máquina trituradora llamada capitalismo. La periodista Catalina Gayà comienza su andadura en Barcelona, con la visita a un marinero en el barco que ha sido abandonado por su armador. Algo que ocurre con mucha más frecuencia de lo que querríamos, pero, como dice la autora: «lo que pasa en este mundo es que, aunque ellos nos traen casi cada mueble y cada prenda con la que nos vestimos, nadie se acuerda de los hombres del mar» (p. 125).

Barcelona, Estambul, Ceuta, Gibraltar, Civitavecchia (Roma), Suez y, de nuevo, Estambul. Este es el periplo que nos narra sobre todo a través de las entrevistas a marineros que conforman este contorno difuso de los barcos mercantes olvidados, donde «los marineros se convierten en náufragos, atrapados en el impenetrable tejido de sociedades que forman, entre otros, el propietario del buque, su armador y el país cuya bandera enarbola» (p. 17). Una cita, por cierto, muy a tono con la problemática del gremio de los estibadores que ocupa espacio en los medios por estos días.

La periodista llega y, pocas veces, los actores del drama quieren hablar. Pero ella espera paciente y, poco a poco, van contando su historia. Los menos, que buscan salir de situaciones económicas acuciantes, pero los más, auténticos enamorados de la mar: «la geografía que dibujan los mares es única, y en la mayoría de casos permanecerá inexplorada para las mentes terrestres» (p. 94).

Y estos testimonios es lo único que nos queda, la periodista llama, busca, pero no encuentra respuesta más allá de los olvidados que no saben nada. «Buscar a los culpables, o reclamar responsabilidades, en el mar, es perseguir sombras» (p. 68). Un libro valiente, escrito durante varios años (desde 2009) que, parafraseando el verso de Baudelaire que le da título, nos coloca frente al espejo de la realidad.

Como dice Catalina Gayà en un momento: «Empezaba a sentir miedo a que la locura de este barco me tocara, me ahogara» (p. 47). Y para conjurar ese temor teje este sentido y hermoso texto. Testimonio vivo contra el olvido que resume su espíritu en la cita de la poeta Alejandra Pizarnik que cierra uno de los capítulos:

Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir

Eduardo Arteta Irujo