«Idazketa labana bat da» IRUTXULOKO HITZAn
Viernes 22 de Noviembre
2022 URT. 27
Ibai Azparren
Nick Estes cuenta la historia de la resistencia indígena a lo largo de los siglos en ‘Nuestra historia es el futuro’, cuya versión en castellano ha sido editada por Katakrak. La obra se centra en la lucha contra el oleoducto Dakota Access que los nativos combatieron bajo el lema mni wiconi.
«Mis ancestros fueron nacionalistas indígenas en una epoca en la que lo único que se esperaba de los indios es que estuvieran borrachos, atontados o muertos», relata Nick Estes en ‘Nuestra historia es el futuro’, una historia a de resistencia siux a lo largo de siglos que al autor centra en la lucha contra el oleoducto Dakota Acces de Standing Rock. La historia de una nación nativa que defiende su tierra, su agua y su pueblo ya está disponible en castellano gracias a Katakrak –el año pasado publicó la versión en euskara–, que este jueves ha presentado el libro de la mano de la traductora Laura Carasusán y la editora Nerea Fillat.
La subjetividad y la figura del propio Estes es la que determina que se pueda escribir un libro de este tipo, ha explicado Fillat. Miembro de la tribu Sioux de Lower Brule, Estes trabaja como profesor asociado en el Departamento de Estudios Americanos de la Universidad de Nuevo México. En 2014 fue uno de los fundadores de la organización de resistencia indígena The Red Nation y, precisamente, su doble vertiente académica y militante ha sido decisiva, según la editora, para producir un texto tan complejo y sugerente como ‘Nuestra historia es el futuro’.
En Dakota del Norte, banderas de casi 300 tribus indígenas ondearon en los campamentos de resistencia que se instalaron en 2016 en la confluencia de los ríos Cannonball y Missouri, en oposición a la construcción del oleoducto Dakota Access, al que los nativos llaman «la serpiente negra» o Zuzeca Sapa, profecía que emplea el autor y que augura la catástrofe, pero también narra historias indígenas de resistencia. «Son herramientas que colectivamente las sociedades no estructuradas como capitalistas utilizan para entender el presente. Esa manera, no tan solamente racionalista de articular el relato, sino de usar estas profecías, es fundamental», ha opinado Fillat.
El libro explora el movimiento que protege, bajo el lema mni wiconi (el agua es vida), el río Misuri y las tierras consideradas sagradas para los sioux de Standing Rock. Un movimiento que es parte de la historia más amplia de resistencia indígena frente a la invasión del colono blanco, el capitalismo y las presas que atraviesan sus tierras sin permiso alguno.
Una «epopeya de resistencia» que, de acuerdo con la editora, habla de empatía, respeto y solidaridad y, políticamente hablando, «de la apuesta por el asamblearismo, la horizontalidad y el apoyo mutuo» que reflejó el campamento en contraposición al corporativismo y a la defensa de inviolabiliad de la propiedad privada que, según el autor, jámas se aplicó a los pueblos indígenas. «Sin todo eso, no nos hubiéramos encontrado una nación siux con una autopercepción digna, con el deseo de permanecer en el mundo y defender lo que legítimamente que es suyo», ha apostillado.
Sin embargo, Fillat ha señalado en una parte del libro el lector descubrirá «una historia devastadora», que tiene que ver con la llegada de los colonos: «Nos habla de los incumplimientos de los acuerdos federales, del robo de tierras, del secuestro de menores, de la eugenesia contra las mujeres indígenas, del apartheid, del extractivismo minero, de los asesinatos y de las masacres». Durante los últimos 200 años, el Ejército de EEUU ha mantenido una lucha incesate contra los oceti sakowin (...). Lo ocurrido en Standing Rock no fue más que la batalla más reciente de una guerra india que no tiene fin», remarca Estes en el libro.
El relato de las atrocidades cometidas contra los pueblos originarios desde la mirada de Nick Estes permite a su vez entender la complejidad que hay detrás de cada uno de estos sujetos, muchas veces presentados a través de un relato tergiversado. Lejos de fértiles llanuras agitadas por el cabalgar de los indios, del hacha de guerra, de los tipis forrados con piel de bisonte o, por contra, de un alcoholismo desenfrenado que amenaza la población indígena, el libro trata de alejarse de esa visión colonialista y presentar a la nacion siux como un sujeto político. «Nos han privado de un futuro viable reteniéndonos en un pasado que nunca existió», relata Estes en su obra.
Precisamente, la principal complicación a la que se ha enfrentado la traductora Laura Carasusán ha sido encontrar herramientas y referencias para traspasar una realidad totalmente distorsionada. «Llegaban dos ideas: la del siux guerrero y problemático, o la del otro polo, la de los indios como cultura folclorizada y romantizada», ha explicado.
«Con ese colonalismo tan bestia y la imagen tan distorsionada de los siux que nos deja, me encontré con que tenía que trasladar una realidad asamblearia de mucha potencia política, y en nuestro imaginario no había palabras para expresar eso. Los consejos de la tribu, de los sabios... todo sonaba un poco caricaturesco, folclórico. No podía expresar su jerarquía sociopolítica, pero fui encontrando alguna herramienta en nuevos libros sobre la lucha indígena que se han ido publicando durante los últimos años», ha relatado.
A nivel técnico, otro problema con el que se ha topado Carasusán ha sido el propio concepto del tiempo. En oposición la concepción lineal del mismo, la noción indígena sobre el tiempo recogida por el autor en el libro apunta que «el presente es una estrucutra conformada, toda ella, por nuestro pasado y nuestros ancestros, de manera que el futuro también está determinado por cómo comprendemos nuestro pasado».
Pero ‘Nuestra historia es el futuro’ es también una historia de traiciones y de internacionalismo. Dakota Access propició el resurgir de la lucha de los sioux, que logró unir desde ecologistas y veteranos de guerra a militantes de Black Lives Matter. E incluso una bandera palestina ondeó entre cientos de enseñas indígenas al calor de la «intifada nativa».
Pese a sus promesas, Barack Obama no pudo detener la construcción del oleoducto, y en 2016, el proyecto recibió permisos de su administración. Finalmente el presidente estadounidense acordó una revisión después de que nativos y ecologistas organizaran protestas que duraron meses.
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el republicano firmó una orden ejecutivas para resucitar el proyectos de construcción de la polémica infraestructura. En la actualidad, el Dakota Access es un oleoducto de casi 1.900 kilómetros de extensión que transporta petróleo crudo extraído mediante fracturación hidráulica desde los yacimientos petroleros de Bakken, en el estado de Dakota del Norte, hasta el estado de Illinois, en camino hacia Texas.
El tribunal federal del Distrito de Columbia ordenó en 2020 el cierre del oleoducto y planteó una revisión completa del impacto ecológico antes de que se pueda reabrir. No obstante, las apelaciones lo han mantenido vivo, y los siux han pedido a Joe Biden su cierre total, teniendo en cuenta que el nuevo presidente ha revertido los permisos de Trump para otro oleoducto polémico como el de Keystone.