Se trata de la sexta novela del autor, especializado en el género histórico. Sus obras siempre están impregnadas de una notable erudición, algo poco común pero muy enriquecedor, que el lector lo agradece. Esta forma de enfocar los relatos, llenos de intriga y pasión, invita a leer el texto con fruición y hace que uno se sienta como aquel alumno ávido que va aprendiendo infinidad de cuestiones de la historia y la vida del Imperio Romano.
El período elegido por el autor, aborda preferentemente los siglos III y IV de nuestra era. Esta época supone el cénit del Imperio Romano, así como el inicio de su decadencia. A través de las vicisitudes de la saga de los Otsandiano, sus intrigas, hechos y vidas, el lector se enfrasca en dicha época y llega a comprender la opulencia y tensión del Imperio y los pueblos que conformaban su vasto territorio.
En general, son los pueblos bárbaros, de origen indoeuropeo, los que invaden, diezman y eliminan salvajemente a los pueblos aborígenes europeos. Son naciones que llegan del este y que van conquistando paulatinamente territorios, mediante una presión creciente al Imperio Romano, que terminan por arrinconarlo y vencerlo.
En síntesis, se trata de una novela audaz y muy esclarecedora que nos invita a una lectura continuada, que engancha y que, a su vez, nos aporta una intuitiva y lógica lección del relato de la historia, donde el lector aprende de historia imperial, de historia social, de tecnología, de estrategia y, a su vez, termina por comprender los flujos de los pueblos que en este periodo de tiempo conformaron el vasto Imperio Romano.
Una historia donde, de manera especial, destaca la lucha de Baskonia por garantizar la continuidad de su propia existencia como nación, de sus territorios, de sus gentes y, obviamente, de sus ancestrales y comunitarias señas de identidad.