«El arte de no ser gobernados» en LE MONDE DIPLOMATIQUE
Viernes 20 de Diciembre
LA CARTA DEL DÍA
MAR BASAIL 28.10.2020
He leído con inmensa emoción el libro Ramón Bengaray, Osasuna y República, maravillosamente prologado por Josu Chueca y escrito por Esther Aldave Monreal. Ramón Bengaray, familia, primo de mi abuelo materno.
Su lectura me ha habilitado para sujetarme en el tiempo pasado familiar y me ayuda a desvelar incógnitas que estaban perforadas por un silencio inquietante y doloroso; y me devuelve a las arcas que, desde joven, necesitaba abrir con el anhelo de encontrar respuestas a una niebla que se tornaba sobre mi familia, niebla de miedo, niebla de llanto contenido.
Bengaray, la persona, el activista, el artista, el político, a quien la libertad y el deseo de democratizar el arte y la política le llevó a ser protagonista en su tierra, pero también un extranjero para aquellos que ejercían el poder desde el miedo y la ira.
Trabajaba y construía la ideología, vehiculando un equilibrio entre los colectivos que componían el tejido social de aquella época convulsa, y que tan oscuramente favorecía a colectivos conservadores y defensores de la involución.
Un libro que conmueve y viaja al entendimiento y a reforzar unas raíces sociales y, también, familiares e íntimas.
Le hicieron desaparecer, se lo llevaron, le secuestraron. Sin poder realizar ritual alguno sobre su último momento, su último respiro; y así, solo silencio, pasando como transeúnte en el recuerdo, deambulando por la imaginación de quienes le han dignificado y han recuperado su memoria, su vida, su compromiso, su involucramiento en una hermosa y mejor manera de vivir.
Su versión social del deporte; uno de los fundadores de Osasuna, el deporte como comunicación, como disciplina, como interactuación relacional; así lo entendió y fomentó.
Miembro de los Amigos del Arte, su implicación con el Orfeón Pamplonés, su vida política y su amor a la imprenta, como creación, como trabajo; aquellas bellas máquinas que tanto le absorbían como clave de respuesta para la comunicación de la palabra a través del papel impreso; dirigente de Izquierda Republicana y presidente del Frente Popular en Navarra.
Camino oscuro para una persona tan importante y tan reconocida en su época y que ahora nos acerca a su legado en este libro que tanto agradezco y que, se me antoja, podrá agradecer la sociedad de Iruña.
Poco a poco trato de desvelar cosas y misterios de mi forzado universo imaginario. Pienso en momentos lejanos e infancia a través de pequeñas anécdotas vividas y trato de acercarme a su legado legendario con el orgullo y el gusto de saberme familiar suya.
Recuerdo tardes con mis abuelos, llevándome casi de manera furtiva a hurgar en papeles y discos de música, me hablaban en voz baja, como si pudieran escucharnos y sonara el miedo. Y allí, en una balda de estantería que parecía encriptada, creía descifrar lo que allí habitaba y perdura, la referencia a la lengua, al euskera, a la música del orfeón, a los libros casi sin título, pero que cuya esencia trata de hacer brillar y enmudecer en lágrimas el necesario relato de recuperación, ese hilo originario que ya no suene a ultramar, sino a la ansiada captura del verdadero testimonio.
Emocionada y muy agradecida a Esther Aldave Monreal, autora del libro.