«Idazketa labana bat da» GARAn
Martes 19 de Noviembre
COLUMNA
La misoginia nos devuelve a las sabinas. Muchas de nosotras despertamos en el feminismo al observar la cara de terror de una de ellas: intentaba huir de su violador.
PAULA BONET
17 JUL 2022
Grandes masas de carne blanca y tierna impresas en una decena de folios ocupan parte de la superficie de la mesa en la que trabajo. Son sostenidas por fuertes brazos bronceados, agarradas por dedos firmes que aprietan axilas, gemelos, cinturas y muslos. Son, las masas de carne, porcelana frágil a punto de quebrarse, arrastradas con determinación por otros cuerpos más fuertes, los de hombres airados que, a diferencia de ellas, van vestidos.
Llevo varios días leyendo sobre grupos de individuos que han construido espacios peligrosos para las mujeres gracias al anonimato de las redes. Los ínceles (abreviatura de la expresión inglesa involuntarily celibate) aseguran que el mundo les ha sido arrebatado por las feministas, redactan manifiestos y pasan a la acción para recuperar un espacio que piensan que les tertenece. "Solo si redescubrimos nuestra masculinidad", afirma uno de ellos, "seremos viriles. Y solo cuando seamos viriles seremos capaces de defendernos". Algo muy similar defiende el autor estadounidense de extrema derecha Jack Donovan: quiere destruir una sociedad feminizada que, según él, se burla de los hombres. Leo sus manifiestos y me parecen ridículos, pero de inmediato aparece el terror, porque después de colgarlos en redes o grabarse defendiéndolos, son capaces de torturar y matar a mujeres por el simple hecho de haberse sentido rechazados por ellas. "No sé por qué no os atraigo a vosotras, chicas, pero os voy a castigar por ello. Finalmente, veréis quién soy de verdad, el ser superior, el auténtico macho alfa", dijo Elliot Rodger antes de asesinar a seis personas en el campus universitario de Isla Vista (Californai).
En esa línea de lo ridículo, Donovan apunta el rapto de las sabinas, "mito fundacional por excelencia del hombre y la civilización" (leed a Susanne Kaiser, es su escenario ideal: exige que se acpete la masculinidad violenta.