Un solete
Lunes 02 de Septiembre
«(…) vivimos en un mundo que no sólo es más extraño de lo que pensamos, sino más extraño de lo que podemos pensar»1
«No hay nada como envolverse en una gruesa tetralogía de Thomas Mann para evitar las corrientes de aire»2
La primera vez que leímos a esta bibliotecaria emigrada desde la gran ciudad al profundo mundo de las montañas Ozarks fue en 2016, con el maravilloso libro Un año en los bosques. Ahora Errata naturae publica Desde esta colina, un libro que escribe después que Un año… y, sin embargo, es cronológicamente anterior en el retorno de la autora a la naturaleza. El nuevo volumen que tenemos entre manos es una recopilación desopilante de artículos publicados en New York Times o Harper’s. Escritos entre 1975 y 1977, las columnas narran los primeros años con su marido en una cabaña desvencijada a la que se mudaron para ser apicultores. Paul, su marido, abandonaría esa vida tiempo después (algo que ya conocíamos por Un año en los bosques).
Bióloga de formación, pero sin experiencia previa, Sue Hubbell nos desgrana la dureza de la vida en plena naturaleza, sin grandes aspavientos y una fina ironía. Pero también nos cuenta las virtudes de las abejas, las plantas, las termitas (que una vez al año eclosionan en su habitación), los animales domésticos y los salvajes, los trinos de los diferentes pájaros y animales. Todo moteado con una sinceridad que desborda por su generosidad.
«Ese fue el día en que decidí que escribiría una columna sería sobre la mística del retorno a la tierra, sobre la autosuficiencia. Ya estaba bien de desprecio y de risitas burlonas. Escribiría una columna sesuda y bien razonada en la que diría que la autosuficiencia es un mito difundido por las revistas de moda» (Desde esta colina: p.146). Más adelante nos desvela, con ese humor tan característico, por qué no fue posible conseguirlo.
Arreglar, reconstruir, aprovechar, caminar, charlar. Una vida cíclica que responde a las necesidades que la propia naturaleza impone sobre la voluntad de los habitantes de este mundo agreste y perdido, donde la autora sospecha que ha encontrado su hogar. «Los elementos y los lugares salvajes me atraen con más fuerza de lo que hiciesen hace unos años, y vivir en la casa, limpiar el polvo y cocinar no me interesa en lo más mínimo» (Un año en los bosques: p. 261).
Y, todo ello, siendo consciente del impacto que su presencia genera en el entorno. Evocaciones hermosas de la vida salvaje, de los animales que pueblan ese hábitat y, en la medida de lo posible, cómo intenta influir o cambiar la vitalidad y la ebullición que la rodean lo mínimo posible. «Al ser humana, soy una gran entrometida: manipulo, altero, modifico. Eso no es ni bueno, ni malo, sólo humano (…) Pero, al ser humana, tengo un tipo de mente que me permite reconocer que cuando manipulo y altero cualquier parte del círculo hay repercusiones en el conjunto» (Un año en los bosques: 119).
Acercarse a la prosa desenfadada de Sue Hubbel nos vacunará contra ciertos excesos, tamizará otras opiniones y, por encima de todo, nos proporciona momentos de serenidad, descripciones descacharrantes (literal) y belleza y nostalgia a partes iguales. «Quiero azulillos índigo cantando sus pareados a primera hora de la mañana. Quiero leer José y sus hermanos de Toman Mann otra vez. Quiero hojas de roble y flores de cornejo y luciérnagas (…) Quiero saber mucho más sobre las arañas morgaño. Quiero escribir una novela. Quiero bañarme desnuda en río al calor del sol» (Un año en los bosques: p. 263).
Dejémonos impregnar por el aire, el frío y la naturaleza.
Eduardo Irujo
1 Sue Hubbell: Un año en los bosques, Madrid, Errata naturae, 2016, p. 126
2 Sue Hubbell: Desde esta colina, Madrid, Errata naturae, 2018, p. 115