Un solete
Lunes 02 de Septiembre
Dos amigos recorren el este de Europa con una camioneta desvencijada vendiendo ropa de segunda, tercera y cuarta mano. Este podría ser el argumento de Taksim pero no es más que la excusa para emprender un viaje por el miserable escenario post-soviético y el poso ideológico de una forma de vida soñada y detestada a partes iguales.
Aterrizamos en una ciudad que el tiempo parece haber olvidado, entre sus habitantes -los hijos bastardos de un tiempo pasado- que se arrastran entre los escombros sombríos de la memoria comunista. La ciudad, cuyo nombre nunca llegamos a conocer y de la que parten todos los días Pawel y Władek, permanece como el fantasma histórico que se resiste a desaparecer, al mismo tiempo que parece estar abocada a ese destino fatal ineludible.
Así son también los personajes que habitan esta novela: a medio camino entre la honestidad socialista, la necesidad de sobrevivir conservando su dignidad, y el ansia irresoluble de enriquecerse y triunfar. En medio de la miseria, unos esperan que alguien sustituya a los rusos, mientras otros intentan alcanzar el triunfo a golpe de negocios de poca monta. El ejemplo de Occidente, como materialización del éxito y el bienestar material, tiene su cabida en la manera peculiar en que es integrado a través de las miradas de los personajes. Sin embargo, su aplicación no deja de ser la pretendida fachada de una pobreza que el socialismo sentenció como eterna.
Si existe tal cosa como el carácter eslavo, Stasiuk consigue captar gran parte de su esencia a pesar de lo históricamente concreto que, no hay que olvidar, fue compartido por estos pueblos.