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Reseña: TRINCHERAS PERMANENTES

«Quiero creer que sabrán sentirse a salvo. Que seremos capaces de devolverles una parte de lo que entregan. Que ellos harán pervivir su lugar de trinchera permanente coaligados con el barro, el fuego, el agua, el aire propios».

TRINCHERAS PERMANENTES
Carolina León, Pepitas de calabaza 2017 Logroño

Retaguardia. Cuerpo. Asamblea. Cuidados. Militancia. Escribir, trabajar, leer. Fumar, mucho. Discutir. Enfadarse. Pelear. Luchar. Organización. Volver a escribir. Cuidar y ser cuidada. Escritura y vida. Todo lo personal es político. Asambleas, una cien mil. Conocer, compartir, hablar, comer y beber. Volver a fumar.

Todo en uno. En un intento desde lo personal de alcanzar la categoría o esas categorías universales. Carolina León nos despliega un mapa de militancia. Desde lo lateral ergo lo importante. Aquello que en política no se nombra. Todo lo que queda fuera. «Escribir de lo pequeño, de lo desarmado, de lo que no tiene cariz heroico o se oculta en lo doméstico parece ser una característica de las escritoras, pero no en virtud de su género sino en razón de sus experiencias» (p. 17).

A través de entrevistas, charlas, visitas a centros sociales ocupados, recuperados, etc… Carolina nos muestra el itinerario de cientos de activistas en los últimos cinco años. Relatos de vida: duras, terribles o rotas, pero con un dignidad extrema. Organizarse, resistir, sembrar, crear, cuidar.

Y atravesando todo el texto, ese dedo que señala. Que presiona la llaga. «[…]pero no me hicieron falta más que un par de meses para aceptar que eso de los cuidados ahí, quizá, no entraba» (p. 119). Sin embargo, León no se queda en el gesto. Piensa y propone. Formas, maneras, situaciones, dinámicas. Todo para crecer y luchar juntas. Ya que, finalmente, «hay algo hermoso y radical en cuidar. Cuidar no como gesto. Cuidar no llena un currículum, no otorga prestigio. Cuidar es un vector que implica salirse de uno mismo, entrar en relación, enlazarse con los demás, desclasarse en el imperio de la personalidad, dejar de tomarse demasiado en serio» (pp. 152-53).

Una propuesta ardua. Ahora depende de nosotras. Sigamos leyendo y debatiendo… pero actuando.

Eduardo Irujo



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