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Viernes 22 de Noviembre
Entre los muchos temas de los que hablamos en la bodega de la Pantera Rossa con este músico y escritor británico, hablamos de la tendencia pirómana del movimiento feminista con ‘la gasolina’, del efecto Beyoncé o del arte de hacer hegemónico que los machirulos no entran en los espacios políticos
SORORITRAP SOUND ANTISYSTEM | 24 marzo, 2019 07.03
Sororitrap Sound Antisystem charla con Dave Randall: “El reggaeton es el arma, no el enemigo”
A Antonio Gramsci le gustaría el reggaeton y seguramente se pasaría por alguna de la pinchadas de Sororitrap Sound Antisystem, al menos esa es la sensación con la que salimos de la presentación del libro ‘Sound System. El poder político de la música’, editorial Katakrak, de Dave Randall.
Entre los muchos temas de los que hablamos en la bodega de la Pantera Rossa con este músico y escritor británico, hablamos de la tendencia pirómana del movimiento feminista con ‘la gasolina’, del efecto Beyoncé y cómo colocar en situaciones comprometidas a las grandes estrellas o del arte de hacer hegemónico que los machirulos no entran en los espacios políticos.
La música ha sido muchas veces una herramienta para construir comunidades que son más inclusivas, más que las del mainstream. Uno de los ejemplos más famosos que se trata en el libro fueron los primeros años de la música disco en los entornos LGTBI, sobre todo en Gran Bretaña y EEUU.
La música es una pieza angular y fundamental para construir comunidades alternativas para toda esa gente que se ha sentido excluida fundamentalmente por la homofobia, transfobia y racismo. Son importantes los espacios físicos, eso fue posible en Detroit y en Nueva York porque había espacios disponibles porque el alquiler era barato y por eso es importante que defendamos espacios en estos tiempos como esta fantástica librería.
Otra cuestión fundamental que has mencionado son los movimientos sociales más amplios, los movimientos políticos. Lo que he encontrado es que mucha de la música política más activa surgió o se mantuvo conectada con movimientos políticos más amplios. En el libro doy varios ejemplos de esto como sabes.
Una amiga mía cuando Beyoncé hizo ese gesto de superapoyo al Black Lives Matter, mi amiga es una cantante negra, era muy crítica y puso en Facebook una cita de las Panteras Negras decía que era fundamentalmente una lucha de clases y añadió que la revolución no debería ser rentabilizada o monetizada pero yo tengo un punto de vista diferente.
Para mí lo que me interesa es que Beyoncé se había vuelto política precisamente en esa fecha, 16 de abril, antes de eso no se había atrevido a denunciar la brutalidad policial o citar a Malcom X. Lo que sostengo en el libro es que ella decidió dar esos pasos valientes, esas afirmaciones políticas, únicamente porque el movimiento en las calles había alcanzado cierta masa crítica. Lo importante para mí es que si todos nosotros conseguimos darle la fuerza correcta a los movimientos y a las campañas, incluso las mayores estrellas tienen que responder.
Es lo mismo que pasa con la camiseta de ‘feminista’, ha pasado también con las marchas de mujeres contra Trump, con las huelgas de mujeres y el #MeToo. Lo que pasa es que Beyoncé siente que tiene que responder de alguna manera, y cree que esas respuestas son útiles para los activistas, creo que de hecho hay una relación dialéctica entre eso, nosotros influimos en ella, y ella nos puede ayudar.
Pero es verdad que existe continuamente ese riesgo, que los eslóganes de los movimientos sean cooptados y esterilizados. Creo que de nuevo, la pelota está en nuestro tejado, que los activistas seamos capaces de desafiar ese tipo de operaciones.
No lo menciono a él en el libro y no quiero sonar pretencioso pero esto me hace pensar en las ideas de Antonio Gramsci, el gran pensador marxista, va en serio. Lo que dice Gramsci es que si quieres controlar a la gente, la mejor manera es generando el consenso, fabricando el consenso y haciéndoles que acepten y el reconoce más que muchos otros pensadores marxistas la importancia que tiene la cultura en ese proceso de control.
Él también reconoce que la hegemonía nunca está completa, siempre hay oportunidades para la resistencia, así que lo que tenemos que hacer y me parece que lo estáis haciendo fantásticamente es desafiar el machismo en el reggaeton y traer la hegemonía a nuestro lado, para hacer de la antimisoginia y el antisexismo el nuevo sentido común, lo nuevo ‘normal’.
Y esto por cierto es justo lo que consiguió la campaña ‘Rock contra el racismo’ en Gran Bretaña hace 40 años. Muchos punks llevaban esvásticas, lucían esvásticas incluso el propio David Bowie hacía declaraciones fascistas en otro momento y había un movimiento fascista bastante asqueroso en las calles de Gran Bretaña hacia 1966. Lo que consiguieron hacer los activistas de izquierdas fue desafiar el racismo en la música popular y obtener la hegemonía en toda una generación que llegó a la convicción de que lo que molaba era ser antirracista.
Sí, es el arma y no el enemigo. La razón por la que digo esto es que tenemos que andar con cuidado porque algunos periodistas parece que solo son capaces de encontrar misoginia y homofobia en música que podríamos llamar de manera general música negra de clase trabajadora. De forma manifiesta se podría decir que así revela su propio racismo. Podemos afirmar que la música clásica europea es increíblemente sexista también, doy ejemplos en el libro. Así que no deberíamos despreciar a un determinado género o utilizar solo un género.
La apropiación cultural es un temazo y no lo abordo demasiado en el libro pero voy a intentar volcar algunas ideas. El intercambio cultural con una actitud de solidaridad, intentando encontrarse con el otro en términos de igualdad es una cosa buena. El problema es que la industria musical muchas veces se comporta de una forma muy diferente, de una forma muy cínica. Muy a menudo pasa que nos encontramos con imitadores blancos siendo ensalzados y con los verdaderos innovadores negros siendo desplazados. Sí que es una discusión que hace referencia al poder económico, así que si conseguimos el mundo que realmente queremos, más igualitario, creo que vamos a escuchar música fantástica, espero que al menos sea un poco útil.
Hay un momento en el que me dirijo a esto expresamente en el libro. Creo que si vamos en serio en esto de crear espacios igualitarios para mujeres, hombre y personas de todos los géneros, creo que deberíamos plantearnos seriamente la posibilidad de tener un sistema de cuotas para festivales, listas de reproducción de la radio y todo tipo de oficios dentro de la música, productores, de la selección de artistas…
Deberíamos asegurarnos de que si vamos a organizar un evento por lo menos el 50% de los artistas fueran mujeres o gente identificada como no binaria y esto está empezando a ocurrir en muchos niveles, al nivel de pequeños locales o grandes festivales como el de Glastonbury.
Una cosa que me gustaría añadir creo que está bien mantengáis el espacio abierto para los hombres, no los machirulos, y la razón por la que digo esto es que el entusiasmo, el momento por las políticas de la identidad en su mayor parte ha sido muy bueno, muy útil, pero hay un riesgo de que podamos acabar dividiendo a activistas a gente políticamente activa y una campaña dividida fracasará. Me parece que os lo estáis montando bastante bien.