Un solete
Lunes 02 de Septiembre
Título: Sound System. El poder político de la música
Autor: Dave Randall
Traducción: Luis Soldevila Mataix
I.S.B.N.: 978-84-16946-24-2
Editorial: Katakrak Liburuak
Es poco habitual y destacable que un músico que acompaña a caras visibles de un proyecto musical, aporte en un libro su visión de la profesión, sus vivencias en el mundo profesional de la interpretación musical y, en este caso, hable de la conexión que la música y la política tienen. Dave Randall, en su faceta de guitarrista, ha sido sideman de bandas como Faithless, Dido o Sinead O’Connor entre otras. En 2017 publicó Sound System: The Political Power of Music en Pluto Press, una Editorial con sede en Londres que se autodefine como anticapitalista, internacionalista, independiente y galardonada. En octubre de 2018, la editorial iruindarra Katakrak Liburuak publicó el libro en español, traducido por Luis Soldevila Mataix.
Randall, tal y como dice él mismo, es un músico y activista político con muchas vivencias con las que ilustrar y justificar sus dos facetas. Con una actitud militante y un claro pensamiento de izquierdas, relata sus propias reflexiones sobre lo que la música puede hacer, en el más amplio sentido que esta reflexión pueda ofrecer. Acompañando a esta y otras grandes preguntas, en el libro se plantean en primera persona la experiencia vital del autor, testimonios, determinadas situaciones, así como los dilemas a los que se ha tenido que enfrentar en su carrera profesional.
La música, si bien puede interpretarse o reproducirse en diferentes épocas o lugares alejados de su momento de creación, en ningún caso es atemporal: siempre tiene la marca de su tiempo, y cómo no, la política es parte de ese tiempo. Hay innumerables ejemplos de músicas que han prendido la mecha para iniciar un conflicto, o han entonado el canto que favorece que otro concluya. Como menciona en el prólogo del libro el periodista musical Nando Cruz, una canción es una “unidad de energía”: esta energía, como se puede entender con los ejemplos que Randall expone de distintos lugares y culturas del mundo, puede provocar esto y mucho más. Pero el o la artista no solo es el transmisor de esta música, es mucho más: dice el líder de Faithless, Maxi Jazz, que “(…) cuando subimos al escenario, no hacemos más que sujetar un espejo en el que el público ve reflejadas su propia belleza y su propia luz” (Randall, 2018, p. 137), por lo que el poder de esta energía no debe infravalorarse.
En la época de las fake news y la posverdad, la industria musical trata de hallarse en la era post-digital, donde tener la capacidad de saber elegir los contenidos es una tarea vital para no caer en la desinformación. Los medios de comunicación, como menciona Randall, fomentan la aparición de “falsos ídolos”. Estos aparecen en las redes y en los escasos programas de televisión que hay de música, los concursos: se trata de unos formatos de competición donde el futuro del o la artista está en manos de un jurado de “expertos”, pero sobre todo en manos de los televidentes, que, sin ser del todo conscientes, coinciden con la opinión del jurado que ejerce de influencer. Este comité de expertos, a su vez, responde a los intereses de la Industria Musical en general y a los intereses comerciales del producto y del Grupo de Comunicación que emite el contenido en particular. Con estos formatos se muestra a “(…) la música como espejo de lo peor de la sociedad capitalista en su conjunto” (Randall, 2018, p.149). Y es que “(…) la industria musical fomenta el espejismo del trabajo no alienado. (…) La idea de que “estamos viviendo nuestro sueño” vende”. (Randall, 2018, p.99).
Dave Randall relata en su libro la experiencia y el conflicto que le supuso su apoyo abierto al boicot a Israel, planteando debates necesarios que superan la superficial confusión que intentan argumentar aquellos que dicen que hay otros Estados peores que Israel. Aquí se incluye la experiencia (o periplo) que tuvo su canción Freedom for Palestine. Randall habla también de la primavera árabe, de Theodor Adorno, de la música de Trinidad y Tobago, así como de la relación “política” de los Beatles y la URSS. Habla de África, que es un continente diverso como los demás a pesar de que desde occidente se tiende a entenderlo como una sola entidad cultural. Incluso traza una breve historia musical del neoliberalismo. En definitiva, Randall ofrece una visión necesaria por su condición de sideman y de activista de la música.
Igor Saenz Abarzuza