¿Cínicos...?
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¿Cínicos...?
ISBN | 9788494035708 |
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Páginas | 98 |
Año | 0 |
Editorial | Escolar Y Mayo Editores |
Sección | Filosofía Contemporánea |
La propia palabra «cínico» y «cinismo» vale tanto como «perruno», «perro callejero», «desvergonzado como un perro», y se aplicó a este grupo o secta de filósofos, a sus experiencias o vivencias, a su alternativa vida de inconformismo y provocación.
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Admirados por algunos, denostados y criticados por muchos, los antiguos cínicos fueron en todo caso un revulsivo moral, un despertador de conciencias adormecidas y, en tal sentido, alguien que estimula y aguijonea el conformismo. Yo los llamaría «filósofos jóvenes o filósofos frescos». Hoy día, en cambio, hablamos de un cínico, o de que una persona es cínica cuando nos referimos a alguien que actúa movido por su interés, alguien sin principios, falto de escrúpulo y que solo busca su propio beneficio.
Para un cínico moderno no existen patrones o pautas de conducta objetivas. De modo que aunque entre nosotros la palabra cínico está cargada de connotaciones negativas, nos interesará ahora retomarla en su antiguo significado, por lo que implica de (in)conformismo y provocación, actitudes que despiertan entre nosotros una especial simpatía existencial en estos tiempos de revisión de valores. También nosotros debemos, pues, releer y reevaluar estos sugerentes textos.
A unos que le decían: «ya eres viejo, descansa», les contestó: «si estuviera corriendo la carrera de fondo, ¿debería pararme cuando estoy llegando a la meta, o más bien acelerar a tope?»
(Anécdota de Diógenes)
Al decirle uno otra vez: «los sinopenses te han condenado al destierro», dijo: «y yo a ellos a que sigan en Sínope»
Otra vez pedía limosna a una estatua, y al preguntarle alguien por qué lo hacía, contestó: «me estoy habituando a no conseguir nada»
(Anécdota de Diógenes)