estructuralismo francés y frente a los autores que considera sus maestros, como Peirce, Russell, Wittgenstein y Frege, entre otros, permiten comprender el lugar de Chomsky dentro de un amplio tejido interdisciplinario.
También dilucida con gran precisión sus razones de oposición o coincidencia con respecto a representantes de la filosofía de la mente y del lenguaje de su misma generación o posteriores, como Quine, Fodor, Katz, Lakoff y muchos otros.
Pero no todo es teoría lingüística en la trayectoria intelectual de Chomsky. Su notorio compromiso con la crítica a los errores ideológicos y a sus efectos sociales y, sobre todo, al intervencionismo norteamericano en regiones en crisis y en la política mundial se refleja al menos en la mitad de su extensísima obra. Para Chomsky, la toma de posición frente a los asuntos públicos no es consecuencia de su teoría, sino una necesidad que se deriva del sentido común y de un deber del ciudadano que no requiere ninguna justificación teórica.
Este texto estimulante e intenso en su desarrollo se puede leer como un auténtico “curso privado”. En un lenguaje asequible y claro, las lúcidas preguntas y las largas respuestas se entrelazan en un diálogo auténticamente socrático para construir y recorrer el impresionante y complejo edificio del pensamiento de Chomsky.