EL PROBLEMA DEL PODER EN LA REVOLUCIÓN

Andreu (1892-1937) Nin

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EL PROBLEMA DEL PODER EN LA REVOLUCIÓN

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Año 2014
Editorial Piedra Papel Libros
Sección Marxismo

El 25 de abril de 1937, Andreu Nin (1892-1937), líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y antiguo Secretario General de la CNT, pronunciaba la conferencia «El problema del poder en la revolución» desde el estrado del Teatro Principal Palace de Barcelona. Dos días después, el texto aparecía publicado en La Batalla, órgano de expresión de dicho partido. Polémico y sintético, el análisis de la coyuntura revolucionaria esbozado por Nin en su conferencia resultó premonitorio. De hecho, apenas unas semanas más tarde, las calles de Barcelona ardían a causa de los enfrentamientos entre los sectores revolucionarios del bando...

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antifascista y aquellos que, influenciados por el estalinismo o el nacionalismo liberal, apostaron por fortalecer el Estado, torpedeando el proceso de socialización de la economía de retaguardia y acabando con el sistema de milicias que había frenado el avance del ejército rebelde en Aragón. Ya en junio del 37, cientos de militantes del POUM fueron detenidos tras haber sido acusado su partido de colaborar con Franco. Las pruebas, unos papeles falsificados por el NKVD soviético, provocaron que Nin fuera arrestado y trasladado a una checa de Alcalá de Henares. Allí fue torturado durante tres días y finalmente murió, eso sí, sin que se obtuviera de él la falsa confesión de su apoyo al bando fascista. No obstante, el destino de su partido y el de los miles de militantes del mismo, quedó sellado mucho antes. Efectivamente, la derrota del POUM y el movimiento libertario en las jornadas de mayo del 37 principió la escalada represiva contra el partido marxista y su militancia: sus sedes fueron clausuradas, sus cuadros dirigentes apresados y su prensa censurada de forma definitiva. A partir de entonces, las posibilidades de intervención política de los sectores antifascistas enfrentados a la política internacional de Stalin mermaron considerablemente, lo que supuso, al cabo, la pérdida de la hegemonía política del movimiento obrero revolucionario y el frenazo definitivo a la obra de transformación social emprendida por los trabajadores y trabajadoras de la retaguardia republicana que, muy inteligentemente, intuyeron que la única manera de ganar la guerra era ganar ―al mismo tiempo y de forma decidida― la Revolución, levantando el mundo nuevo que les había sido negado por todos los regímenes políticos que habían padecido.


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