Más que leer, galopo por las páginas de las memorias de Woody Allen, eufórico por reencontrarme con la neurosis, la inteligencia y la gracia del único mito de la cultura occidental que tiene forma de alfeñique, pese a que su influencia sea la de un Aristófanes.(...) Gracias, Woody Allen, por hacernos soportable todo eso. Woody Allen y otros a su sombra hicieron del chiste una forma de enfrentarse a la aspereza de la vida y nos enseñaron a tomarnos las cosas a guasa, que es la única manera cabal de vivir en serio. Sergio del Molino, El País.Una narración densa y torrencial, que fluye sin altibajos, con muy pocas fechas, con una fuerte sensación de oralidad compatible con su elaboración literaria, en la que priman la funcionalidad, la sencillez y el abundante humor, negro en no pocas ocasiones, y siempre muy reconocible como propio de Allen. Manuel Hidalgo, El Cultural.Para los amantes del cine, de su cine y de todos los demás, es una lectura imprescindible, entre bambalinas, de lo que ha significado ser uno de los autores más venerados de la historia del séptimo arte. Para los demás: una de esas biografías que es difícil dejar de leer. Toni García, Vogue.Sus virtudes más reconocibles están en las memorias, especialmente en la primera parte, lo más disfrutable del libro: el ingenio y el ritmo del chiste (una forma casi poética que incluye el contraste, la expresión yiddish, la alusión macabra y el humor sobre sí mismo), una capacidad de evocación que combina la parodia y la nostalgia, el costumbrismo expresionista con el anhelo de huir de la realidad hacia mundos idealizados. Daniel Gascón, Letras Libres.Combina su buena pluma con un sentido del humor que lo iguala a su admirado S. J. Perelman. Jaime G. Mora, ABC cultural.De obligada lectura para woodyallenianos y cinéfilos en general. Sergio Vila-Sanjuán, La Vanguardia.He disfrutado mucho leyéndolo(...) tiene algo de novela de iniciación a la vida(...) todo el libro está lleno de grandes aciertos. Millas.Apenas el lector avanza unas pocas páginas en este magnífico volumen de memorias, comprende que Woody Allen lleva toda su vida entrando y saliendo del personaje que fijó en sus películas, jugando con la realidad y la ficción hasta el punto de que hay veces que a él mismo le cuesta distinguirlas. David Torres, Público.