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‘Sigue adelante’, cuarto libro que edita Katakrak, cuenta la función de la música en Nueva Orleans
tras el huracán Katrina. Los traductores de la obra original de Matt Sakakeeny lo presentan mañana.
LAURA PUY MUGUIRO 17 de mayo de 2017 Pamplona
ERA 2006, un año después del huracán Katrina, uno de los más mortíferos de la historia de EE UU hasta entonces y causante en Nueva Orleans del mayor número de muertos al inundarse por el fallo de su sistema de diques. El hombre, del barrio de Treme, se había ido a Houston tras el desastre, y allí había fallecido, al año del Katrina, de un ataque al corazón. Ahora era la víspera del entierro y el cuerpo había sido trasladado a casa para la ceremonia y seguir la tradición: una banda de músicos estaba dando una vuelta alrededor de la residencia de la familia, en Treme. Pero a mitad del desfile se truncó al aparecer la policía y ordenarles parar porque sus vecinos les habían denunciado. Los músicos escuchaban atónitos: el barrio ya no les pertenecía. Lo que antes era una tradición sagrada ahora era ruido para los residentes que se habían mudado allí, que habían invertido en sus casas y que consideraban que ese tipo de prácticas culturales les desvalorizaba y molestaba. La anécdota la relataba ayer Luis Soldevila y está recogida en el libro Sigue adelante, raza poder y música en Nueva Orleans, de Matt Sakakeeny. Un libro que Soldevila y su compañero en las cocinas de Katakrak Xabier Maeztu han traducido al castellano, convirtiéndose así en la cuarta obra que edita este sello con sede en Pamplona y que presentarán mañana (19 horas) en la parte inferior del puente de la avenida de Navarra en el barrio de San Jorge, en el festival Ibaiertzean . Bajo el puente, la playa. A nivel musical, el Katrina motivó la creación de canciones con temas más explícitamente sociales y fenómenos de presencia de bandas en la calle en actos políticos, como protesta contra muertes y la violencia policial, contra las normativas antimúsica en la calle... como una reconexión entre la base social de la ciudad y las bandas. “En el libro se utiliza mucho el concepto de resonancia: la capacidad de generar conexiones entre lo que se percibe en la música y las experiencias cotidianas de la gente”. Y Sigue adelante lo narra. Viene a ser un libro escrito en 2013 sobre bandas musicales de Nueva Orleans, la ciudad y su gente. Un primer tema, el de las bandas musicales, al que Katakrak ha encontrado muchas conexiones con la escena de los grupos jóvenes de Pamplona, “una escena relativamente nueva y que tiene relación con estéticas musicales de este tipo y con espacios sociales, con iniciativas de proyectos comunitarios”.
Fue Ion Celestino, trompetista y líder de la Broken Brothers Brass Band, quien les enseñó el libro en inglés y les animó a traducirlo. “Sigue adelante”, apunta Soldevila, “habla de la función de la música en Nueva Orleans, una ciudad que vive unos procesos de desposesión, de transformación no muy favorables a la vida en general de la gente, y donde la música es tras el Katrina factor de apoyo mutuo, de reactivación del tejido comunitario, de gestión de recursos, de red de soporte en un contexto desfavorable”. A sus palabras añade Maeztu que la voz de los músicos es constante en estas páginas. “Hablan del contexto donde surge esa música y los debates entre músicos más tradicionalistas y los que llaman más progresivos, innovadores; sobre sus procesos; sobre ese hacer música “a pesar de” para sobreponerse a determinadas condiciones y salir adelante...”. El huracán no diferenció clases sociales. “Pero la respuesta al huracán, el tratamiento que se le dio, cómo se organizaron los dispositivos de salvamento, de intervención, las reacciones de emergencia, fue organizado militar y políticamente. Y en Nueva Orleans es bastante habitual oír a gente comentarlo como un fracaso de atención federal: los habitantes se sentían refugiados dentro de EE UU”. Y si bien la situación de emergencia que se vivió en Nueva Orleans “es impensable” en Pamplona, los traductores destacan “muchas circunstancias que se pueden reconocer, a escala distinta, como propios, en Pamplona y en ciudades cercanas”. Así, “la turistificación, la reordenación de la ciudad en torno a la hostelería, o desplazando las poblaciones a la periferia urbana y reservando el centro para rentas medias y altas...”. “No obstante, creemos que los instrumentos culturales de resistencia, de acumulación de dignidad, de reconocimiento y apoyo mutuo y de creación de códigos compartidos y bienes comunes son reconocibles en una inspiración y en una posibilidad de trabajo”. Añade Maeztu que en la gestión del Katrina hay un intento de ‘blanquear’ Nueva Orleans: expulsar la población negra. “Había muchos casos de viviendas sociales cerradas, y sin embargo sin problemas estructurales, para evitar que volvieran negros de clase baja”. Lo que entronca con la relación conflictiva de las instituciones de Nueva Orleans y la cultura de la ciudad: existe cierto desprecio —se citan artículos de principios del siglo XX contra el jazz—, pero no pueden obviarla, ya que Nueva Orleans vive “por su música y por su comida”.