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«Contra el patriarcado» en CUARTO PODER

«Sin Estado del Bienestar es imposible la liberación de las mujeres»

Por Sara Montero lunes, 2 de julio de 2018

María Pazos (Cañamero, 1953) pone su granito de arena a la nueva ola feminista en forma de propuestas aderezadas con datos. Haciendo uso de su formación de matemática y su experiencia como investigadora en el Instituto de Estudios Fiscales, cree que para acabar con el patriarcado hay que atacar a uno de los ventrículos del corazón del sistema: la división sexual del trabajo. Así de básico y así de complejo. En el libro ‘Contra el patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sostenible’ (Katakrak, 2018) explica, a grandes rasgos, cómo hacerlo. La igualdad tiene que llegar también a las cuentas del Estado.
Pazos ha estudiado los sistemas nórdicos y es una convencida defensora del Estado del Bienestar como camino hacia la igualdad. La única manera de resistir el contrataque del patriarcado, que suele llegar tras cada ola feminista, es anclar bien los pilares para una economía igualitaria y eso pasa por discutir también sobre impuestos o prestaciones. Que nadie se asuste, el libro no es un manual de economía, sino un recetario con propuestas para debatir en las asambleas de barrio y, por qué no, también en los pasillos del Congreso o en los ministerios de Hacienda y Economía, dos carteras con dos mujeres al frente.

Cuartopoder.es queda para charlar con Pazos en una cafetería de Madrid unos días después de que el Congreso diera luz verde al primer trámite permisos parentales de 16 semanas iguales e intransferibles, una propuesta inspirada en la de Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPiiNA), de la que forma parte.

— En el libro usted liga directamente el avance de la igualdad con el desarrollo del Estado del Bienestar.

— Sí, absolutamente, están ligados por muchas razones. Sin Estado del Bienestar es imposible la liberación de las mujeres. Necesitamos un Estado del Bienestar desarrollado y sin sesgos de género. Los hombres tienen que asumir el cuidado. Tenemos que eliminar la división sexual del trabajo, que es la marca económica del patriarcado. Ellos no se van a incorporar al cuidado en las condiciones en las que ahora lo hacen las mujeres. Ya de entrada, solo con eso, es necesario un gran cambio, que supone que el cuidado se haga en condiciones dignas, que se reparta lo que hay que hacer en casa, que los servicios públicos asuman la dependencia, se universalice la educación infantil, se estabilice el empleo y vayamos a horarios cortos, como las 35 horas con cómputo semanal… Todo eso es Estado de Bienestar.

Para eso necesitamos un sistema de impuestos progresivo sólido porque si no, no tendremos dinero. La estructura de los impuestos tiene que ser progresiva y sin sesgos de género, que no haya incentivos al mantenimiento de la familia con un solo sustentador, como ocurre en el caso de la tributación conjunta. Son incentivos para que las mujeres se queden en el hogar.

— ¿Debe entrar el debate fiscal en el centro de los debates feministas?

— Está empezando a entrar. La economía feminista es un área muy reciente y durante mucho tiempo se ha limitado a algunos temas. Un gran logro de la economía feminista es llamar la atención sobre el trabajo doméstico y de cuidados, que la economía oficial obviaba. Hay que repartirlo y reestructurarlo. En países como Suecia se ha abordado hace mucho tiempo. La tributación conjunta se eliminó en 1971. Yo cuento en el libro cómo los movimientos se han desarrollado de diferente manera en distintos regímenes de género. En países con dictadura como Alemania, Italia o España, el movimiento feminista ha estado alejado de este tipo de desafíos económicos. Por ejemplo, en Alemania se desarrolló mucho la reivindicación del salario a la ama de casa, sin cuestionarse ese estatus.

— ¿Osea que usted no es partidaria del salario a la ama de casa?

— Eso ya no lo defiende nadie. Ni siquiera las que lo defendieron en su momento.

— En el libro hacer una distinción entre amas de casa sobrevenidas y amas de casa por vocación.

“Hay muchas políticas que te empujan a retirarte del empleo cada vez que hay alguien a quien cuidar”
— En la generación de mi madre, antes del año 60, muchas mujeres se veían así mismas como amas de casa, era la profesión que tenían en la mente. En el libro hay un gráfico en el que se ve cómo las expectativas de las mujeres americanas cambiaron bruscamente en pocos años. Eso yo lo he vivido en mi generación. En cuestión de 10 años ya nadie quería ser ama de casa y eso que aquí estábamos en una dictadura. Ahora estadísticamente las mujeres masivamente no dicen que cuando terminen sus estudios van a ser amas de casa. También quieren tener una familia, pero hay muchas políticas que te empujan a retirarte del empleo cada vez que hay alguien a quien cuidar. El empleo te rechaza por el hecho de ser madre y al final muchas terminan dependientes económicamente de sus maridos, pero no porque lo hayan decidido. Algunas consiguen volver al empleo después de años cuidando, pero ya de una forma muy precaria.

— Entonces, ¿es posible ser feminista y neoliberal?

— Prefiero no decir si una persona es feminista o no, sino si una postura lo es o no. Por tanto, hay que comprender todos los casos y posiciones, pero la mía es que no es posible la liberación de las mujeres bajo el neoliberalismo.

—En el libro advierte de cómo el neoliberalismo, con la ayuda de la posmodernidad, ha intentado fragmentar la causa feminista.

— El neoliberalismo ha barrido con muchas cosas, con el Estado del Bienestar y con la propia cultura del Estado del Bienestar. Hay gente que lo da por perdido y se apunta a soluciones mágicas. Esto es bastante perjudicial a niveles de reivindicación. Además, el desarrollo del neoliberalismo va parejo con una ola enorme de contrarreacción patriarcal. En esa ola, las teorías feministas son completamente diferentes. La posverdad, la libertad de elección o el individualismo han conducido a la negación de los propios movimientos.

— Una palabra mágica: libertad. ¿Cuántos inventos reaccionarios nos han vendido a costa de la libertad de elección?

— Muchos. Por ejemplo, las privatizaciones. En la práctica, si analizas una por una esas libertades no son en absoluto de elección. Por ejemplo, cuando privatizan, te dan a elegir entre dos empresas para la atención a domicilio. Sin embargo, la verdadera libertad de elección es tener una atención conveniente y que la mujer que está allí, que encima la llaman ‘cuidadora informal’, como cuidadora 24 horas pueda elegir hacer su vida. Esto está completamente ausente, ahí no está la libertad de elección. También contemplan la elección de las mujeres de quedarse en casa, pero no garantizan la elección de poder reincorporarse al empleo. En el caso de los permisos transferibles, los hombres se ven obligados a no tomárselos y las mujeres se ven presionadas para tomárselas, así que de libertad de elección no tiene nada porque les presiona el entorno, su educación… Todo. La verdadera libertad es que cada uno tenga su permiso.

— En el libro describe la jornada reducida como un incentivo para que las mujeres se queden en casa…

— Y para que renuncien a la mitad de su salario. Se meten en la vía de la precariedad, se pueden olvidar de promocionar.

— También denuncia que los países familiaristas (como Italia o España) son los que menos protegen a las familias, ¿por qué?

— Los datos nos dicen que hay una propaganda familiarista que está llena de mensajes para mantener el sistema con falacias. Se nos induce a confundir individualización de derechos con individualismo. Parece que no hubiera solidaridad entre los suecos, pero no es cierto. La sociedad sueca es más solidaria que la española porque dedica recursos a atender a las personas y no las deja tiradas, como en el caso de la dependencia. En España, tienes que encontrar una persona de tu familia que se quiera sacrificar y dejar su empleo. Eso no es solidaridad. También hay una falacia en decir que las personas son más felices en estas familias patriarcales. Esa idea está muy condicionada porque no se ve el sufrimiento de las mujeres, hay una ceguera de género.

— De hecho, dedica a un capítulo a hablar sobre la leyenda negra que pesa sobre los países nórdicos, ¿qué hay en esos países y a quién le interesa esa leyenda negra?

— Al sistema neoliberal-patriarcal. Estos países tienen en su Estado de Bienestar desarrollado su secreto mejor guardado. Por ejemplo, a Suecia le ha afectado poco la crisis económica, pero eso aquí no llega, no nos lo transmiten. Si se desarrolla el Estado de Bienestar, el gran capital perdería mucho porque tendría que pagar más impuestos y no podría vender sus seguros privados, no tendría a hombres completamente disponibles y a mujeres que solucionaran el tema de los cuidados en casa.

— Vayamos a 1990. Usted cuenta que en países como Suecia, las mujeres con mayores estudios y mayor empleo comienzan a tener más hijos, ¿qué ocurre?

— Es otro secreto bien guardado, el de la demografia. Hay gente que dice que la demografía es una ciencia contemplativa porque los demógrafos observan pero se olvidan de lo que ocurre en estos países. Esto ya se decía en 1934. Si queréis recuperar la tasa de fertilidad, dadles a las mujeres trabajadoras la oportunidad de ser madres. Las mujeres ya han salido de la familia tradicional y no van a volver. Si nos dan a elegir entre empleo y maternidad, muchas eligen empleo. Eso es lo que está pasando en los países familiaristas. Ser madre no puede significar condenarte a la precariedad, la dependencia económica o a la pobreza.

— El Gobierno de España tiene una mujer al frente en el Ministerio de Hacienda y otra en el Ministerio de Economía, ¿pero tenemos un programa económico feminismo en algún partido?

— Creo que todavía no. Yo en el último capítulo del libro tengo un programa (ríe). Existen medidas que cambiarían la estructura. Si le preguntas a los partidos, puede que te digan que sí a cada medida, pero no las implementan. No nos engañemos: hay que ser valiente para querer cambiar el sistema. Los poderes económicos presionan y se encuentran con una capa de hombres profesionales que están ahí. Como dice Chomsky: la intelectualidad siempre marcha al ritmo del poder. Los hombres no quieren perder su estatus y están apollando al poder económico, que es también un poder patriarcal. Es difícil que los partidos rompan. Tendrán que ser presionados por el movimiento feminista. Esa es la esperanza: es el movimiento vivo más potente que avanza un cambio de modelo.



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