«El algoritmo paternalista» en la SER
Miércoles 04 de Diciembre
La editorial navarra Katakrak cierra el año con el lanzamiento de La poesía de la clase, del historiador Patrick Eiden-Offe, a partir de las manifestaciones culturales que despertó la revolución industrial del XIX
Laura Puy Muguiro | Pamplona
A editorial navarra Katakrak cierre el año con un libro que se considera importante para ella, en el que llevan trabajando más de un año, incluida la traducción. “Tenerlo nos hace sentir orgullo del catálogo que tenemos”, reconoce el editor Imanol Miramón. Se trata de La poesía de la clase, un libro de historia y de interpretación política de hechos históricos donde el autor, el alemán Patrick Eiden-Offe, realiza una reinterpretación de la gran cantidad de panfletos, producción cultural y periódicos que se crearon durante la primera industrialización, argumentando que en esa creación que tenía que ver con las formas de imaginar el mundo y de pensar la vida en términos más críticos se daba un proceso peculiar: eran necesarias unas herramientas lingüísticas, conceptuales, que no existían, falta de herramientas que no implicaba que no se pudiera pensar en un mundo mejor. Eiden-Offe está especializado en filosofía, historia, en estudio del romanticismo, de la primera industrialización y de los fenómenos históricos, políticos y sociales de entonces.
“La industrialización”, señala Miramón, “cambió de repente la forma de vida, pasando la gente de trabajar en talleres artesanos y de tener una vida bastante regulada por los gremios a entrar a una fábrica, con muchas horas de trabajo por delante, incluidos fines de semana, y convertirse en asalariados”. Ese gran cambio generó malestar, en otras cosas porque la calidad de vida se vio afectada en muchos términos. “Además del aumento de la pobreza”, continua, “las personas sentían que tenían su lugar en la sociedad del mundo gremial que había regulado más allá de la parcela laboral (calendario de festividades, tradiciones, vida comunitaria, en definitiva), pero con la primera industrialización, en la primera mitad del siglo XIX, se produjo una migración del campo a las ciudades con industrias y el trabajador dejó de sentir ese tener su lugar en el mundo”.
Es en esos momentos, remarca el autor, cuando se va forjando el lenguaje del movimiento obrero, teniendo en cuenta, por ejemplo, que no existía el concepto de clase social, “la idea de que, por encima de los oficios, algo unía a los asalariados y que la pertenencia a una misma clase social podía generar una solidaridad entre ellos”, apunta Miramón.
Había, no obstante, ganas de pensar cómo podía ser la vida, lo que el autor ha denominado La poesía de la clase: “la capacidad de la gente de crear otros horizontes, un mundo nuevo, e incluso de pensar la clase”. De modo que, a partir de la producción cultural de la época, manifestaciones culturales y literatura de entonces, demuestra que, sin haber un lenguaje obrero, existía la necesidad de pensar otra vida mejor. Manifestaciones que fueron condenadas de románticas porque habitualmente echaban mano del pasado e idealizaban y añoraban una sociedad integrada, pero que Eiden-Offe pone en valor, sencillamente porque “ensalzar el mundo gremial demostraba un espíritu muy libre”.