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«La proclamación de la comuna» en KAOS EN LA RED

La Comuna explicada por Henri Lefebvre
Por Iñaki Urdanibia
Publicado el 28 May, 2021

«¿La Comuna de París? Fue, ante todo, una inmensa y grandiosa fiesta que el pueblo de París, esencia y símbolo del pueblo francés y del pueblo en general, se regaló a sí mismo y regaló al mundo. Fiesta de primavera en la ciudad, fiesta de los desheredados y los proletarios, fiesta revolucionaria y fiesta de la Revolución, fiesta total, la más multitudinaria de la época moderna; esa fiesta se celebra, para empezar, en un ambiente de magnificencia y alegría»

Quien fuese director de investigación en el CNRS, profesor en Estrasburgo, Nanterre, Paris-VIII, California, fue también fundador del Institut de sociologie urbaine, presidente del Atelier de recherche sur l´espace, l´architecture et l´urbain, y creador de varias revistas como Philososohie o Revue Marxiste; decir su nombre es referirse a un singular creador que extendió su mirada por los pagos de la filosofía, la sociología, el urbanismo, la arquitectura y también la historia, como queda claro en el libro del que va a ocuparse este artículo; en los tiempos del gobierno de Vichy fue separado de la enseñanza lo que le llevó e recluirse en el domicilio familiar de Las Landas, y en Navarrenx, lugar que se convertiría en su refugio para escribir y para compartir con sus colegas*; precisamente aprovechó la estancia para elaborar su tesis doctoral sobre las comunidades rurales de la zona. Militante durante un tiempo en el PCF, hasta que la dirección del partido no aguantó las tendencias hors norme del pensador que centraba su mirada en la vida cotidiana, y trataba de complementar las visiones de Marx con las de Nietzsche, expulsándole en 1958; realmente intempestivo resultaba hablar del autor de Más allá del bien y del mal en 1939, fecha de publicación de su monografía sobre dicho pensador que filosofaba a martillazos, según sus propias palabras. No se acabó su vida de militancia por la emancipación de los humanos, sino que continuó en su labor de enseñante y de lúcido ensayista, ensayista que transitaba los más variados lares del quehacer de los humanos., como queda nombrado. Su paso por la sucursal francesa del partido comunista de la URSS, le vacunó contra todo tipo de mitologías, lo que se tradujo en otorgar importancia a la fiesta como forma de la revolución, y profundizando en los temas, ya mentados, de la ciudad como trama de nuestra vida y las propuestas de cambiar la existencia, relacionando la vida cotidiana con lo vivido y el sexo, etc.

Abandonado la ortodoxia estalinista, mantuvo estrechas relaciones con el situacionismo, con la revista Arguments y con los ambientes promotores de las posturas autogestionarias.

Pues bien, ahora al amplio abanico de sus obras (desde lógica formal y dialéctica, a las centradas en la revolución urbana, la producción del espacio, la vida cotidiana, el diferencialismo, la representación, sus críticas contra la tecnocracia, sus estudios sobre la modernidad sin olvidar sus trabajos sobre Marx, Hegel y Nietzsche) ha de añadirse su obra publicada en 1965, y traducida ahora por la iruindarra Katakrak: «La proclamación de la Comuna. 26 de marzo de 1871»; por cierto no me privo a la hora de resaltar la lograda labor de la traductora Laura Carasusán Senosiáin.

La obra desde el inicio, con sus precisiones metodológicas, deja ver la marca de la casa del autor, al subrayar la centralidad de la ciudad, se refiere a París, como espacio de la vida, subrayando que los hechos no han de ser narrados desde el género épico, como un mero ensalzar a los héroes, sino como drama y tragedia; con la tensión que esto supone en lo que hace a las luces y a las sombras, a la «extraordinaria , mezcla de grandeza y de locura. De valentía heroica y de irresponsabilidad, de delirio y de razón, de exaltación y de ilusión», entre lo negativo y lo ausente que complementan lo positivo y lo presente, entre la victoria y la derrota. La pretensión de Lefebvre es la de perseguir una historia total que entrevere la historia con la sociología, señalando la incapacidad del historiador por sí solo para dar cuenta cabal de lo sucedido, proponiendo «la cooperación de éste con la del sociólogo, del economista, del teórico de las ideas y del psicólogo tiende hacia una historia total».

No oculta, al contrario, el magisterio que otorga a Marx, con su 18 Brumario, y también a Lenin [los dioses de la revuelta me impidan corregir al bueno de Daniel Bensaïd, cuyo texto sirve de introducción al volumen, cuando se detiene en las acusaciones de Debord, en especial, acerca de que Lefebvre les ha copiado por no decir birlado, sus ideas con respecto a la Comuna, mas si hacemos caso al biógrafo del autor de La sociedad del espectáculo, esta acusación y ruptura con Lefebvre, quien le fue presentado por el belga Raoul Vaneigem en 1958, ni fue más que la pantalla que ocultaba la razón de fondo: el escaso anti-leninismo del maestro y la ambigüedad que mostraba con las filas de la revista Arguments, en la que por cierto también veía ciertas tendencias leninistas. Tiens! Puede verse lo que digo en: Christophe Bourseiller, Vie et mort de Guy Debord, Plon, 1999: 191 et ss.]. Como digo las herramientas tomadas de Marx y su singular seguidor son utilizadas por Lefebvre, eso sí tratando de desmarcarse de cualquier forma de dogmatismo fosilizado. Así la noción de praxis es reivindicada de manera constante, considerada como unión de los subjetivos y la situación objetiva concreta, abarcando la naturaleza, el pasado, la posibilidad humana; tal unión es la que da lugar a los acontecimientos, en este caso a los revolucionarios de quienes pretendían tomar el cielo por asalto, aunque de hecho lo que tomasen es el topos de la ciudad, de París, pero – y la cuestión es subrayada- también por otras zonas y ciudades periféricas, poniendo en práctica un claro espíritu federativo, deudor de la visión proudhoniana que Lefebvre señala sin ambages, no privándose tampoco de indicar sus debilidades, del mismo modo que los hace con otras tendencias en presencia como los jacobinos, los blanquistas, etc.. Con el horizonte de una fraternidad libertaria, con una utopía como idea reguladora y guía.

La mirada de Lefebvre, retrospectiva como no puede ser de otro modo, se alza contra los intentos de recuperación de quienes dicen ser los herederos de aquel alzamiento, y con la clara intención, declarada, de proyectar los hechos hacia el futuro de la emancipación, mira posteriores levantamientos, y supuestos herederos que en la práctica se alejan del espíritu de los communards. Del mismo modo pone especial cuidado en dar a cada cual lo suyo, en vez del habitual barrera para casa, y así subraya la presencia de los anarquistas y señala la escasa presencia y representatividad de los marxistas. En este orden de cosas, y pasando al campo de las interpretaciones, divide a los enemigos acérrimos, que veían en las jornadas de la ciudad del Sena, un sanguinario alboroto de delincuentes que respondían a los llamamientos de los jacobinos y a los agentes de la AIT(Iª Internacional); habla también de los tibios y ambiguos defensores, pero con sus peros, y en el capítulo de partidarios ajusta las cuentas con la visión hipotética.condicional de Trotski que tiene a reescribir la historia con la idea de que si en vez de esto, hubiesen hecho lo otro, etc..

Tras ahondar , como digo en cuestiones de índole metodológica y de detenerse en el espíritu de la Comuna, pasa a narrar los hechos de manera pormenorizada y con mirada poliédrica ( no solamente en el cruce ya nombrado de historia y sociología, sino en lo referente a los estados de conciencia, a las cuestiones urbanas, macroeconómicas y cotidianas,…), no sin antes tomar impulso de los tiempos anteriores que supusieron el humus en el que se produjo la movilización general, y la toma de espacios. No me detendré en hacer spoiler de lo que dice la obra, ya que ella lo dice y con precisa precisión, añadiendo una precisa cronología y unos anexos que nos ponen más en situación, si cabe, au milieu de la mêlée en un ambiente espontáneo de ayuda mutua, de solidaridad, de auto-organización ajena a cualquier burocracia de tipo estatal u otras, .

Después de los hechos, en los que también es verdad que se intercalan reflexiones acerca de la conciencia popular, y se analiza la potencia del Estado, y de las filas populares, se pasa al capítulo de las conclusiones, y a modo de balance señala algunas causas del fracaso: que a pesar de algunos llamamientos las movilizaciones se circunscribiesen únicamente a la capital, lo que hacía más fácil la tarea represiva de los versalleses y de las tropas comandadas por Thiers, otra de las causas señaladas es el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas que hizo que los hechos no pudiesen triunfar ya que no se daban las condiciones objetivas para ello [sea dicho al pasar que la misma regla de tres podría aplicarse al caso de la revolución de Octubre y a otras, sumando a esta causa las teoría y prácticas vanguardistas]. Estos dejes esquemáticos y economicistas, tan propios en cierto marxismo, son superados con creces en sus encendidos elogios de la espontaneidad y el carácter festivo, en una senda cercana al consejismo y al autonomismo. Destaca una serie de características dignas de ser tenidas en cuenta en lo que hace a la importancia y al significado de la Comuna: la apertura sin límites de cara al futuro que aquella primera revolución obrera significó, la experiencia como base para la profundización de las teorías de Marx, la inspiración de éste y de su compañero Engels de cara a la dictadura del proletariado, la heroicidad colectiva del pueblo, la inauguración que supuso de cara a un urbanismo revolucionario (lego vendría Hausmann con sus grandes avenidas para facilitar la represión y el Sacré-Coeur y toda la copla ordenancista), el acontecimiento como ensayo general para futuras revoluciones, al tiempo que el levantamiento popular, la toma de la palabra popular, salvó la República y permitió el desarrollo de la posterior democracia burguesa.

Y…tras el asalto la brutal represión que culminó con el masivo fusilamiento de los defensores del cementerio Père-Lachaise en el Muro de los Federados, en aquel fatídico 27 de mayo.

«La principal medida social de la Comuna era su propia existencia en acto…París, todo verdad; Versalles, todo mentira» (Karl Marx).



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