«Idazketa labana bat da» IRUTXULOKO HITZAn
Viernes 22 de Noviembre
Gustau Nerín
Barcelona. Miércoles, 28 de diciembre de 2016
La editorial navarra Katakrak publica un pequeño ensayo del filósofo croata Srećko Horvat, La radicalidad del amor donde se defiende que una de las mayores fuerzas revolucionarias en el mundo actual es el amor. Horvat piensa que el amor, con su capacidad de romper moldes y dinámicas, tiene un inmenso potencial de transformación social, y es una de las energías que podría cambiar el mundo. Ahora bien, Horvat plantea que el amor revolucionario no tiene nada que ver con el concepto neoliberal de sexualidad libre en qué se rechaza cualquier compromiso.
Horvat apuesta por "reinventar el amor", con la premisa que el amor es una parte básica de la sociedad y que toda revolución debe comportar, también, un cambio en la concepción del amor: "Nunca realmente podremos imaginar un mundo diferente y mejor sin la reinvención del amor". Este pensador asegura que el amor está más en peligro que nunca: por una parte está amenazado por el capitalismo, que apuesta porque el individuo rehúya cualquier compromiso con los otros, y por otra parte por el integrismo islámico, que trata de excluir cualquier tipo de deseo. Horvat asegura que el modelo neoliberal de libertad sexual excluye el amor, porque el amor supone compromiso, y supone, por eso mismo, riesgo: "Amor a riesgo cero no es amor", dice al filósofo croata.
"¿Qué me importa Vietnam si tengo problemas con el orgasmo"?, es el título de uno de los capítulos de La radicalidad del amor, que aprovecha una cita del artista y terrorista Dieter Kunzelmann. Para Horvat la preocupación por el bienestar del mundo no es excluyente con la preocupación por el propio bienestar sexual. De hecho, apunta que en las situaciones de rápido cambio social la gente también busca satisfacer su amor y su deseo, y que ambas fuerzas se retroalimentan. Pero Horvat va más lejos: considera que el amor es una fuerza revolucionaria de primera magnitud, porque aquel que ama se entrega totalmente al amor. Es, pues, alguien que no tiene límites, ni miedo, ni frenos... Horvat asegura que, para el sistema establecido, el amor es "peor que el ébola", y asegura que no se puede ser revolucionario sin grandes dosis de amor.
Horvat viajó a Irán y un capítulo de su libro lo consagra en el estudio de la situación iraní. El filósofo croata denuncia la doble moral imperante en ese país: mientras que un montón de placeres están prohibidos oficialmente, las élites que tienen buenas relaciones con el régimen disfrutan de ellos sin problemas. Horvat considera que la prohibición de los placeres por parte de las élites en países como Irán, y el uso por parte de estas mismas de los placeres prohibidos, no es tan sólo cinismo, sino también una parte básica del mantenimiento de la estructura social. La élite iraní puede disfrutar del alcohol, del sexo y de los placeres prohibidos, y eso mismo los consolida como élite, frente a los simples ciudadanos a los que estos placeres están vedados.
La revolución supone un momento de eclosión de energías y sentimientos, y por eso a menudo va asociada a un resurgir del amor. Pero a menudo los que dirigen las revoluciones sospechan de la sexualidad, porque consideran que disipa las energías de los militantes, que tendrían que centrarse en el ámbito de la política. Horvat cita el caso, por ejemplo, de Muamar Gadafi, que prohibió la música (aunque él organizó conciertos privados, para él, de Beyoncé y de Mariah Carey) o el de Sapardurat Niyazov, que en Turkmenistán vetó el ballet. La radicalidad del amor analiza con más detalle el caso de la Unión Soviética, en qué, en un primer momento, la revolución fue asociada a una liberación sexual, que muy pronto fue reprimida (cómo criticaría duramente Wilhelm Reich). Poco después de la revolución, Aaron Zalkind estableció los "doce mandamientos" de la "nueva moral" revolucionaria, entre los cuales figuraban: "El acto sexual no tiene que estar repetido con asiduidad" y "La selección sexual tiene que producirse de acuerdo con la selección proletaria Revolucionaria y de clase. El flirteo, el cortejo, la coquetería y otros métodos de conquista sexual específica tienen que quedar fuera de las relaciones sexuales". También menciona el caso camboyano, todavía más aterrador. En la Camboya de Pol Pot, el matrimonio era obligado, con la finalidad que el ciudadano no fuera fiel a ninguna persona por amor, sino que toda su fidelidad se dirigiera hacia el Estado. El modelo positivo, para Horvat, sería el Che, quien combinaría el odio hacia el enemigo, con grandes cantidades de amor.
Horvat en cambio, es muy severo con la herencia de mayo de 1968 y también con el experimento de la Kommune I, la comuna de Alemania Occidental que se volvió mundialmente famosa por la aceptación del amor libre. La Kommune I se popularizó, sobre todo, por una de sus miembros, Uschi Obermaier, que se convertiría en modelo y que se convertiría en el emblema del amor libre. Horvat critica que, al fin, Obermaier acabó haciendo de modelo, dentro de las lógicas capitalista de cosificación de la mujer, y que otros miembros del grupo acabaron haciendo de "yonquis de mujeres". Horvat también nos obliga a replantearnos, en determinados momentos, los amores entre Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
La radicalidad del amor es un intento muy interesante de replantear las bases de un elemento, el amor, que habitualmente no se ha analizado desde la filosofía. Horvat rompe una lanza en favor del amor, en favor de "quedarte paralizado por los ojos de alguien", en unos tiempos que eso no es muy corriente. Apuesta por el amor como compromiso: cree que amar es "caer enamorado" y que "no hay amor sin caída". El filósofo croata propone el enamoramiento como "un nuevo presente" que obliga a replantear el pasado y el futuro. El tema promete mucho, y el enfoque es bastante interesante. No obstante, todo queda en una sugerente aproximación al tema. Un libro para ayudar a pensar, pero que está lejos de dar todas las claves sobre el tema.