«El algoritmo paternalista» en la SER
Miércoles 04 de Diciembre
Sábado, 26 de Enero de 2019
PAMPLONA- La escritora aprovechó su visita a la capital navarra para presentar ayer en Katakrak su último trabajo. Se trata del segundo de sus diarios que, bajo el nombre de Todos llevan máscara. Diario 1995-1996, relata los inicios de Laura Freixas en el mundo literario.
En su última novela habla de sus primeros años en Madrid buscándose la vida como escritora y como editora. ¿Cómo recuerda la experiencia?
-La recuerdo con cariño porque al final lo he conseguido, pero fue difícil y tuve que trabajar mucho para ello. Me recuerdo como una ingenua porque yo creía que todo era cuestión de mérito y capacidad de trabajar, pero me encontré con un entorno en el que a priorilos hombres eran aceptados como iguales y las mujeres éramos intrusas, seres exóticos, niñas que hacían gracia y, finalmente, excluidas.
Por aquel entonces, que una mujer viviera de sus propios libros ¿parecía una utopía o una realidad alcanzable?
-Es más complicado. Una mujer puede vivir de sus libros si vende mucho. Creo que más difícil que vender libros es tener prestigio y autoridad. Yo siempre he aspirado más a lo segundo. Vivir de tus libros es dificilísimo para todos, no sé si más para los hombres o para las mujeres;probablemente sea más difícil, como todo, para las mujeres.
¿Cómo ha sido este reencuentro con la Laura Freixas que escribió el diario hace ya 23 años?
-En algunas cosas satisfactorio porque veo que lo que quería lo he conseguido;no al 100%, pero eso creo que no lo consigue nadie. Pero a ratos me irrita un poco y en algunas cosas debo confesar que no he mejorado tanto como me gustaría.
Algunos autores afirman que para escribir un buen diario hay que encontrar el equilibrio entre ser pudoroso y abrirse en canal. La sensación que da al leer este último diario es que usted no ha sido nada pudorosa...
-Yo creo que no (ríe). Creo que los diarios españoles y las autobiografías españolas han pecado de un exceso de pudor. Rosa Chacel, en algunos aspectos de su vida privada, es muy púdica, pero en cambio se lanza a tumba abierta a hablar de aspectos psicológicos o morales, se lanza a una introspección muy valiente y nada púdica. Lo del pudor se puede ver como hablar de tu vida privada o se puede ver en cuanto a intentar dar una apariencia de una persona coherente, segura, que siempre tiene la última palabra. Yo creo que he optado por un cierto impudor en ambos casos.
¿Y qué hay de la intimidad ajena?
-Creo que no tengo derecho a contar la vida de otros, pero efectivamente es un problema cuando estás contando tu vida pero eso implica a otros. Ahí, inevitablemente eres juez y parte. No hay ninguna ley aplicable, no hay nadie que pueda juzgar salvo tú, porque la decisión es solamente tuya, y yo lo que intento es ser ecuánime, ser auténtica, no aprovecharme, no jugar sucio.
Ha mencionado antes a Rosa Chacel, que siempre decía que todos los que se acercaban a su vida sospechaban que la opinión que tenía sobre ellos era atroz, pero que si supieran la opinión que tenía hacia sí misma... ¿Le ocurre igual?
-Esa frase la cito mucho. Yo no soy tan dura ni con los demás ni conmigo misma como lo es Rosa Chacel, pero tampoco soy muy complaciente, eso es verdad.
Todos llevan máscara es un ejemplo perfecto de qué supone ser escritora. Para la gente que no lo ha leído, ¿qué puede decir de aquella situación con la que se encontró, en la que tuvo que, entre otras cosas, compaginar su vida profesional con la maternidad?
-Fui aprendiendo sobre la marcha porque sabemos muy poco sobre las mujeres. No había leído a ninguna escritora que hablara sobre la maternidad y me sentí muy desconcertada por esta experiencia, que fue una especie de flechazo y de enamoramiento que luego se convirtió en una cosa mucho más aburrida. Tampoco había leído sobre qué supone ser escritora y madre a la vez. En cuanto al aspecto más práctico y material, quiero recalcar que he tenido una situación privilegiada y soy consciente, con, por aquel entonces, un marido que se ganaba bien la vida, buenas condiciones de salud y de entorno. Y no todo el mundo lo tiene.
Su diario es una muestra de que la maternidad es un aspecto más de la vida de una mujer.
-Es que esa idea de que ser madre es lo que te define y lo que llena la vida de una mujer es una visión muy tradicional. Yo nunca había tenido un interés especial por ser madre;ahora me alegro mucho, pero ese nunca fue mi objetivo;mii objetivo siempre fue ser escritora. Y ser madre vino por añadidura.
Para terminar, ¿realmente todos llevan máscara?
-En esa época fue un descubrimiento darme cuenta de que la gente mentía, que se esforzaba por dar una apariencia y disimular sus envidias, fracasos o frustraciones. Yo no disimulaba las mías. Con los años me he dado cuenta de que es muy fácil ver a través de esa máscara. Ahora ya me resulta transparente y puedo ver las frustraciones de los demás. Al principio creía que algunos lo tenían todo, que nunca estaban frustrados, y ahora simplemente ya no me lo creo de nadie.
(...)
En el cartel que anuncia el taller que ahora imparte, se afirma que “las mujeres han escrito poco, pero más de lo que se cree”. ¿Por qué ese desconocimiento?
-Porque una de las características de la cultura patriarcal consiste en invisibilizar a las mujeres y sus obras. La educación que recibimos nos oculta nuestra historia. Esto lo ha mostrado muy bien Gerda Lerner, una autora americana que tiene dos libros buenísimos: La creación del patriarcado y La creación de una conciencia feminista. En ellos, coge el ejemplo de la crítica bíblica feminista y muestra cómo a lo largo de mil años muchas mujeres, teólogas o no, han hecho comentarios de la Biblia en los cuales se dicen las mismas cosas porque no sabían que otras las habían dicho antes. Por eso nos cuesta tanto avanzar y cada generación de feministas se cree la primera, porque no conocemos a nuestras antepasadas.