«Idazketa labana bat da» GARAn
Martes 19 de Noviembre
KRONIKA
SILVIA FEDERICI EN IRUÑEA
Feminismo y comunidad para reencantar el mundo
Encantar, esa palabra que evoca embrujo, hechizo, es la que Silvia Federici utiliza para definir lo que el mundo necesita. Ser reencantado desde los valores del feminismo y la política de lo común frente a un sistema que acumula riqueza entre unos pocos mientras despoja a una mayoría. ¿Utópico? Quizás, pero en su voz pausada cobra todo el sentido del mundo.
Iraia OIARZABAL
Cada vez que Silvia Federici (Parma, Italia, 1942) visita Iruñea, el aforo de las salas habilitadas para compartir mesa y debate con ella se ve superado. Ocurrió en 2017 cuando fue invitada por primera vez a Katakrak y el jueves otras tantas personas se acercaron a este espacio cultural donde la veterana escritora e investigadora feminista presentaba su último libro, editado en euskara por Katakrak bajo el título “Mundua berriz liluratuz. Feminismoa eta komunen politika”.
Tras una sesión matinal en petit comité con los medios de comunicación, Federici respondió a las preguntas de GARA sobre una obra que habla de cuestiones básicas: cómo organizar la reprodución de la vida, el uso de los bienes naturales, la comunidad... dentro de un sistema económico y social que durante décadas ha generado profundas desigualdades. Federici habla de «reencantar el mundo», lo hace con entusiasmo y sin caer en meras ilusiones. Son dos los valores que vertebran su propuesta: el feminismo y la política de lo común.
En la era del consumo y la tecnología es probable que este último concepto resulte ajeno, antiguo. En una gran medida, los sistemas comunitarios florecieron, especialmente en zonas de América Latina y África, en la época anterior al capitalismo y este mismo es el que los ha desmantelado. Ahora, sin embargo, el concepto de lo común regresa al centro del discurso de los movimientos sociales. ¿Por qué?, se pregunta Federici.
La interrogante traía su respuesta: la privatización de recursos naturales, bienes y servicios ha despojado a miles de miles de personas en todo el planeta al tiempo que se reduce la asistencia estatal a la reproducción de la vida. El resultado es un fuerte empobrecimiento que a su vez aboca a la ola migratoria que vivimos. «No se puede vivir de forma digna. Han sido desplazados».
Por ello advierte de que hablar de la política de lo común no es hablar de pasado sino que deben ser «cosas nuevas, productos de lucha». A su juicio, la conciencia de esta realidad ha crecido exponencialmente, lo que ha hecho que el debate se abra a espacios más urbanos.
«Un ejemplo pequeño pero significativo es el movimiento Ocuppy, que en 2011 se dio en más de 600 ciudades de Estados Unidos e involucró a muchos jóvenes. La experiencia de vivir juntos, compartiendo espacio y proyecto, preocuparse los unos por los otros, ha significado pensar de forma comunitaria en la reproducción», apunta.
Cree que otra forma de relacionarse y organizar la vida cotidiana permite también enfrentarse al Estado para pedir recursos y recuperar la riqueza expropiada.
De fondo, en todo este planteamiento aparece el cuestionamiento del modelo de producción y consumo actual, así como la invitación a una reflexión individual sincera sobre si nos vemos dispuestos y capaces para ello. «El consumo nace del empobrecimiento también. La gente compra y compra porque cree que es una manera de empoderarse. Es la respuesta a un empobrecimiento de la relación con los demás, de la falta de creatividad en nuestra vida… Cuando uno está feliz, las cosas no son tan importantes», expresa.
En estrecha relación con esto, Federici aborda en un capítulo de su obra el tema de la deuda. «Nos atrapa, es una forma de encarcelamiento porque te hipoteca el futuro. Lo que pasa hoy en Estado Unidos es que las más endeudadas son mujeres que tienen uno o dos trabajos asalariados. Están tan mal pagados que no le permiten pagar la renta, los servicios, todo. Más si tienen hijos. Las mujeres trabajan y trabajan mientras se endeudan. Por eso hay tanta depresión y ansiedad. Se dice que son las dos enfermedades más generalizadas entre las mujeres porque no ven un futuro con éxito que no sea cargado de trabajo», relata.
El papel de las mujeres en los proyectos comunitarios es primordial en muchos lugares del mundo. La mirada feminista y la centralidad de la reproducción son, por tanto, indiscutibles para la investigadora. La sensación es que en los últimos años se ha progresado en la concienciación sobre esta cuestión pero Federici no duda en recalcar todo lo que implica: trabajo doméstico, crianza, cuidado de los enfermos y dependientes…
«La gente que no lo hace no se da cuenta. Creo que el movimiento feminista tiene como tarea principal poner sobre la mesa del ámbito político todo esto. Por eso me alegro de haber visto como lema lo de ‘poner la vida en el centro’. Creo que se ha avanzado porque hoy existe ya una conciencia general en el movimiento feminista que probablemente se había perdido en los años 80. Hoy, frente a la gran crisis, el discurso de la reproducción ha regresado al inicio. Ahora se trata de hacer propuestas concretas», declara.
Invita a que estas propuestas se enmarquen dentro de un debate sobre las condiciones materiales de la reproducción. «Cómo nos relacionamos, cómo vamos a reapropiarnos de recursos, en qué forma, salarios, vivienda… El Estado debe poner recursos para el sostenimiento de la vida: eso significa salud, educación, trabajo doméstico».
Su bagaje le ha llevado a conocer experiencias en áreas urbanas de África o en favelas de la periferia de América Latina en las que grupos de mujeres encabezan proyectos comunitarios. Confiesa que se trata de modelos que hoy por hoy no ve trasladables a grandes urbes occidentales, aunque cree que pueden servir de inspiración. «Rompen el aislamiento por el que históricamente la mujer se ha dedicado a la reproducción y cuidado de su familia. Fortalecen el tejido social, la capacidad de pensar colectivamente y la toma de conciencia política», apostilla.
Cuando las políticas y tendencias ideológicas ante los migrantes son motivo de preocupación, Federici destaca el espacio que desde el feminismo se está dando a la lucha contra el racismo. «Hay una movilización muy fuerte que nos unifica, aunque todavía hay diferencias de poder. Un aspecto importante es subvertir toda la forma en que el capital nos divide. La derecha siente en peligro su supremacía masculina y por eso hay una respuesta muy fuerte», alerta.
Y añade que es una respuesta coherente con la política económica internacional. «No se puede despojar bienes sin una política de violencia. Toda esta violencia, las deportaciones, la cárcel, la guerra… tiene raíces muy profundas en la política económica del desplazamiento y de dar vía libre a las grandes corporaciones. La prioridad de la política feminista debe ser rechazar cualquier forma de racismo y división, desarmar al Estado que se prepara para la guerra. Recuperar los recursos que se usan para destruir el mundo para ponerlos al servicio de la vida y no de la muerte», constata.
Volver a lo común es, para Federici, la única vía para llegar a esta meta. «Para mí, común significa también retomar en nuestra mano la decisión fundamental sobre nuestra vida. Empezar de nuevo formas de autogobierno colectivo. No es solo gozar de los bienes que producimos colectivamente, es responsabilizarse con nuestro bienestar y el de los demás. No solo derechos, también obligaciones».
Y concluye con una reflexión que nada tiene que ver con embrujos: «Reencantar el mundo es comprender que nuestra vida es parte de algo más grande. No es perder poder, es salir del individualismo. Cuando uno ve que el resto son fuente de riqueza, no lo ve con miedo. Toda la cultura popular de hoy nos enseña a tener miedo de los demás, es veneno social que nos paraliza y nos debilita».