No está permitido salir de la clase
Viernes 17 de Mayo
El 5 de julio de 2010 finalizó el proceso penal que la justicia alemana había abierto —seis años atrás— contra Andrej Holm. El autor del presente libro quedó libre de los cargos que le señalaban como instigador intelectual de un grupo activista al que se acusaba de realizar distintos actos de acción directa y sabotaje. Tal fue el nivel al que llegó la influencia del autor. Pasado ese momento, este sociólogo y militante alemán tuvo también un efímero paso por posiciones institucionales como responsable de políticas de vivienda de Berlín, lugar de donde saca parte de la inspiración y algunos casos de los que analiza en este libro.
Más allá de estas idas y venidas, Holm es una referencia en los estudios sobre la vivienda y la financiarización de las economías urbanas, y el libro que aquí se presenta es buen ejemplo de ello. Como representante de la sociología urbana crítica y activista, este estudio es un trabajo de fondo que se debe leer desde dos ópticas. Una primera, la de la economía política del territorio, y una segunda, la del militante que se pregunta por problemas a resolver desde la óptica de la acción y la intervención colectiva.
Además, antes de empezar a leer, cabría señalar un tercer elemento, las distancias que existen entre la sociedad alemana que inspira en parte este trabajo y la del Estado español. Para poder comparar los procesos económicos señalados en el libro con los que suceden en nuestro contexto inmediato necesitamos alguna consideración previa en lo que se refiere a la propiedad inmobiliaria, la vivienda y el mercado del alquiler en uno y otro territorio. Baste solo con un dato para entender esta cuestión. El porcentaje de población alemana que vive de alquiler ronda el 50%, mientras que en el conjunto del Estado español esta cifra se situaba en 2021 en el entorno del 16% y en poco más del 13% para los casos de Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca. Esta salvedad obliga a leer el libro desde una óptica un tanto distinta. Cuando se apunta hacia el eje de la propiedad privada como fetiche central de la realidad capitalista. O cuando se hace referencia a los circuitos de financiarización de la economía urbana —muy especialmente de la vivienda— debemos tener en consideración que las mayorías propietarias juegan un papel determinante en nuestro contexto más cercano: el Estado español. Mayor peso propietario que explica por qué la cuestión de la vivienda se interpreta siempre desde una mirada propietarista, incluso en lo que se refiere a las políticas públicas.
Hecha esta salvedad, los problemas que señala este trabajo son compartidos en el presente ciclo global de acumulación capitalista, también en su crisis. En busca de nuevas rentabilidades por medio de la inversión inmobiliaria, elementos como el capital productivo de la promoción inmobiliaria, las rentas del suelo o el interés descritos por la economía política marxista ofrecen —como bien señala el autor—una explicación convincente sobre lo que sucede en nuestras ciudades.
Se abre así la pregunta sobre el tipo de capitalismo al que nos enfrentamos hoy. Hay quienes han hablado de un capitalismo rentista —e incluso tecnofeudalista—, poniendo el énfasis en un modelo económico donde se sustituyen los beneficios de «producir cosas» por las rentas derivadas de «poseer cosas», ya sean patentes, suelos fértiles o viviendas. También hay quienes han utilizado términos como capitalismo verde, fijándose en las nueva estructura de intereses, inversión y de innovación del capital. Incluso hay quienes se han atrevido a hablar de capitalismo cibernético, poniendo el acento en el control comunicativo y logístico de los circuitos mercantiles y de comunicación. Sea como fuere, todas estas tesis ya no tienen en su matriz lo que en otro tiempo se describiría como un entramado productivo exclusivo y central: la tradicional red de fábricas. Con estos conceptos se busca en el análisis de los circuitos de valorización del capital algo más amplio y difuso: la ordenación y explotación territorial. Todos estos arreglos espaciales —que llamara David Harvey— nos demuestran que el capitalismo global y todas sus dimensiones financieras han agudizado con enorme finura su vocación geopolítica y geográfica en la búsqueda de nuevos nichos de rentabilidad. Llámense estas materias primas, espacios urbanos, tejidos productivos o fuentes de energía.
Entre todos ellos, el ámbito de la vivienda ayuda a entender esta dimensión. Los tiempos lentos de inversión y realización del capital en estos ámbitos, sobre todo cuando se dedica a promover nuevos espacios urbanos, permiten ver estas líneas de tendencia. Enormes masas de inversión financiera que se componen en busca de terrenos donde construir con la mayor rentabilidad posible y donde tomar posiciones que permitan subidas sostenidas de precios en distintos mercados del alquiler (oficinas, viviendas, hoteles, espacios logísticos).
En el caso del Estado español y para seguir con la cuestión de la vivienda, este proceso se ha hecho más complejo si cabe. La implantación de los fondos de inversión y sus sistemas de gestión se ha producido en un entorno donde la vieja sociedad de propietarios controlaba de manera masiva el mercado del alquiler. Ambos actores han hecho que el bloque propietario local, lejos de representar solo a los grandes intereses del capitalismo global, se componga de manera compleja y diversa, con la participación de numerosas capas sociales que obtienen en distintos grados rentas por el alquiler de viviendas.
Pero el libro que aquí se presenta no solo pretende ser un análisis de base marxista de la economía política de vivienda o de los mercados inmobiliarios. Su objetivo es pensar qué políticas pueden desarrollarse a futuro en forma de solución. Quizás en este punto es donde se puede producir el debate más interesante con el libro. Apoyado en los movimientos de lucha abiertos en Berlín, sobre todo los movimientos de inquilinos y las movilizaciones por el control de alquileres (Mietendeckel) y —más allá— por la expropiación de viviendas de grandes propietarios (Deutsche Wohnen & Co. Enteignen!), el autor nos propone distintos modelos alternativos de vivienda.
El repertorio de luchas y reivindicaciones encuentra eco en el control de precios, la expropiación a grandes propietarios, la construcción y autogestión de cooperativas de viviendas. En definitiva, la plasmación de un programa de intervención estatal complejo y radical que ayude a desmercantilizar la vivienda y poner límites a la propiedad privada.
Traducido al contexto del Estado español la pregunta sería ¿son viables soluciones progresistas al problema de la vivienda?¿tiene o va a tener el estado en el corto y medio plazo las herramientas para solucionar el problema que existe con la vivienda? De algún modo, el libro propone un horizonte de
redistribución estatal, algo que difícilmente casa con el propio relato de la crisis por venir que se hace desde la izquierda y desde los movimientos de lucha. Pero aquí es donde está el debate y la contradicción principal del conjunto del movimiento de vivienda. Traigamos la discusión a nuestro contexto. En el Estado español ya existe una masa suficiente de personas que por su grado de exclusión social y residencial, por su grado de precarización, queda fuera de la mayoría de políticas progresistas de vivienda. A estos sectores no les afecta la regulación de alquileres, tampoco llegarán a ver un parque público de viviendas y viven al borde de la exclusión, si no directamente en ella.
Sin duda —a día de hoy— hablamos de una minoría, digamos menos del 20% de la población. Pero seguramente representan la tendencia de lo que está por venir. Capas sociales en crisis a quienes los distintos arreglos sociales progresistas no les serán de utilidad. Para estos sectores expulsados, de población excedente que ya no son reserva ni lista de espera en ninguna cola de integración social, los sistemas de moderación de precios o los raquíticos parques de alquiler asequible no suponen una solución. Pero la clave reside en que estos datos no son sino la muestra de que una parte de la población, aún por venir seguramente, no tendrá hueco para ningún pacto de integración con el estado, por muy socialdemócrata que este sea. La próxima crisis será a fortiori una nueva crisis de deuda. O, lo que es lo mismo, una crisis de los sistemas de redistribución (e integración) del estado de bienestar europeo. La pregunta puede ser: ¿qué nuevas formas de lucha y organizativas se pueden dar en este proceso anunciado de nueva proletarización? La capacidad de integración de los distintos estados del bienestar sigue funcionando —aunque sea a fuego lento— y, a la vez, todo anuncia su catástrofe. A futuro, solo una parte de las clases medias europeas podrán disfrutar de estos sistemas de reparto y son muchos los elementos que anuncian esta realidad. La vieja Europa pierde sus bases industriales exportadoras, agudiza su dependencia del dólar y ve como caen sus sistemas neocoloniales. Mientras, afronta su falta de soberanía energética y militar como dos signos de pura decandencia en la reconfiguración global del capitalismo. En términos un tanto catastrofistas y vehementes podríamos preguntarnos ¿cuánto tiempo más sostendrán los mercados financieros el rodillo de endeudamiento y gasto público que mantiene en pie a la envejecida Europa?¿Cuánto tiempo tardarán en caer sus fronteras?¿Cuándo se producirá el gran reparto de sus riquezas acumuladas? No lo sabemos, pero urge pensar una política que no ponga al Estado en el centro, que confíe ciegamente en su perdurabilidad. Las políticas de bienestar poco a poco se están gripando y cada vez tienen menoscapacidad de reparto, aunque funcionen con relativa eficacia.
Por finalizar y, si se quiere, como sentencia final, podemos decir que buena parte de los movimientos de lucha deben aprender a quedarse huérfanos. Huérfanos de Estado y de la política de la demanda y la reivindicación. Solo desde ese horizonte se podrán pensar alternativas de pelea a un mundo en crisis.
Pablo C. Carmona
(Miembro de la Revista Zona de Estrategia y la PAH Vallekas)
Madrid, junio de 2024