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¿Repetir la comuna?

¿Repetir la comuna?

Hace 20 años, Žižek proponía “repetir Lenin”, como la fórmula para alcanzar “lo que no logró hacer, sus oportunidades perdidas”. Pero, realmente, aparte del filósofo esloveno, irreductible pro(post)comunista y algún aceleracionista perdido, ¿quien desea hoy repetir Lenin? Mira que si resucitas la momia del Kremlin ¡y te sale un Vladímir Ilich Uliánov...Putin! Žižek, déjate de ucronías retóricas... pero, espera, ¿y repetir la Comuna? ¿La Comuna de París? ¿La de 1871? Bueno, eso sería otra cosa y, puestos a especular, casi no habría que darle a la moviola, solo habría que haberla dejado fructificar; si el Comité central hubiera tomado el Banco de Francia y se hubiera empleado a fondo en la defensa de la ciudad frente al ejército de Thiers...¡quizá hubiera conseguido sobrevivir! Claro, pero entonces tendría que haber aparcado aquellas innovadores medidas que asombraron al mundo: la proclamación de la República universal, la eliminación de la deuda de alquileres, la educación pública, laica y gratuita, la abolición del presupuesto para la Iglesia, la pensión para las mujeres separadas, el salario máximo, etc. Vamos, la imposible disyuntiva de siempre: victoria militar o revolución verdadera...

No obstante, en pleno 2021 pospandemia, en el 150 aniversario de aquel hito, creemos que merece la pena recuperar no tanto aquella heroica Comuna de París, como la idea, la oportunidad, ¿la esperanza? que inauguró la Comuna. Una revuelta autónoma en la ciudad, capaz de aunar todas las fuerzas impugnadoras y desarrollar políticas para los de abajo sin el concurso del Estado... Obviamente, más allá de darle un breve revolcón nostálgico a nuestra maltrecha memoria izquierdista, esto es lo que nos convoca. La cultureta conmemorativa, muy digna ella, se la dejamos a otros espacios (por cierto, no pierdan la oportunidad de revisar las planchas originales del veterano cómic navarro “Los apaches de París”, de Pedro Osés y Javier Mina, en Condestable). En Katakrak queremos intentar otra historia: revisar la Comuna para recuperar o contribuir a refundar el comunalismo...

Primero leyendo y debatiendo con el grupo de lectura La ciudad no es para mi, el libro La proclamación de la comuna, de Henri Lefebvre, que faltaba traducir al castellano. Una pieza fundamental de la bibliografía comunera entre la generación de testigos y contemporáneos, como Marx y Olivier Lissagaray, y la de grandes estudiosos como Walter Benjamin, Kristin Ross, David Harvey o John Merriman. Su visión de la Comuna como fiesta revolucionaria, asociada al drama, aparte del supuesto plagio situacionista, nos conecta con el “habitar es más fuerte de la metrópoli”, de Tiqqun.

Por otra parte, de la mano del colectivo Malatextos, en la discusión colectiva en torno a La comunidad en tiempos del colapso, intentaremos rumiar la categoría 'comunidad política' en la compleja ciudad contemporánea, cada vez más caracterizada por la definitiva crisis medioambiental y energética, para tentar alguna propuesta practicable.

En el evento en euskera, Louise Michel gogoan, en torno al libro Erbesteko gutunak Victor Hugori, las cartas que la comunera Louise Michel intercambió en su exilio con el novelista Victor Hugo, Amaia Lasa y Nora Alberbide tirarán del hilo morado de la Comuna, sin cuya urdimbre no habría verdadera revuelta: la Comuna 2.0 será feminista o no será.

En la exposición coordinada por el colectivo Cabeza de artista, La comuna vive, 12 carteles de artistas navarros/as nos ilustrarán acerca de las perspectivas de recreación estética de aquella Comuna, que en gran medida fue obra de artistas y artesanos. Más allá del derribo de la infame Columna Vendôme (pobre Coubert, que hubo de pagarla el resto de su vida), su apuesta por el “lujo comunal” para el arte público, todavía podría reorientar la banalidad del arte contemporáneo.

Finalmente, con la colaboración de Emmanuel Rodríguez, nuestro historiador/filósofo de cabecera del 15M, intentaremos la arriesgada pero necesaria operación Reinventar la comuna, a la cual están llamados todos los elementos díscolos y las agendas proactivas de una ciudad tan poco revolucionaria como la Pamplona actual bajo la bota de Navarra Suma...

Entre la revolución francesa de 1789 y la revolución rusa de 1917 (ay, pobre Lenin, orgulloso de haber superado los 72 días de la Comuna, hoy en el basurero de la historia, a cargo del chatarrero Slavoj), La Comuna de París, un fracaso épico aplastado a sangre, fuego y exilio, sigue siendo, en palabras de David Harvey “un acontecimiento único, dramático y singular, quizá el más extraordinario en la historia urbana del capitalismo”. Su fracaso absoluto, paradójicamente, sigue permitiendo que ese “laboratorio de innovaciones políticas” (K. Ross), siga en pleno funcionamiento, produciendo insurgencia y libertad y, sobre todo, otro imaginario posible para el presente. Más aún, frente a otras revoluciones triunfantes, su total aniquilación, a causa de sus poderosos enemigos tanto como de sus fatales errores, es la singular condición de su fertilidad política. Y es por ello, que no queremos reinventar la revolución rusa, sino La Comuna, entre otras cosas, para que los soviets del s. XXI, además de a darle una patada en el trasero a Lenin y demás compañía de la izquierda hard, puedan aprender a fracasar mejor la próxima vez...

¿Cómo es posible que convocar a unos pacíficos clubs del lectores/as en la sala de arriba de Katakrak sirva a la causa de una insólita Comuna pamplonica? No se sabe, pero justo así es como comenzó en París aquella Comuna en la primavera de 1871... Sea lo que finalmente sea este modesto ciclo Comuna, comunidad, común, nos consolaremos con la sentencia con la cual el barbudo Karl la definió: “su propia existencia fáctica” fue motivo más que suficiente para levantarla.

¿Repetir la Comuna? Por supuesto que sí, así que, citoyens, citoyennes, iruindarras todas; a los barricadas, pero de libros...



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