Un solete
Lunes 02 de Septiembre
SELVA NEGRA
(Valérie Mréjen, Cáceres, Periférica, 2015)
Novela corta. Intensa. Dividida en diferentes planos, la autora aborda uno de los temas tabús o que más se intenta ocultar en la sociedad contemporánea: la muerte. Tomando como referencia la muerte de su madre, cuando ella era adolescente, comienza el relato de un posible reencuentro con ella, los lugares que visitaría, de que hablarían… todo ello intercalado con muertes reales, absurdas, brutales, buscadas, narradas de manera concisa, con precisión quirúrgica.
Dos niveles de escritura. En el ansiado encuentro con la madre se demoran más las palabras, se alarga la duración como intentando que no termine esa posibilidad imposible pero que se imagina en la escritura, se cristaliza en el único lugar desde el que es posible trascender la muerte: la escritura.
El resto. Pequeñas pinceladas, noticias de periódicos, personajes reales, historias de vida y muerte asociadas al entorno más cercano y lejano. La presencia continua de la muerte en todos los rangos de edad, la desaparición de personas que unas horas antes estaban ahí y perecen de forma fulminante. Accidentes, suicidios, ausencias narradas con precisión periodística, que arropan y fortalecen la sensación de la pérdida prematura de la madre. Sirve, al mismo tiempo, como contrapunto y arquitrabe y, como dice uno de los personajes, «trató demasiado con la muerte como para temerla realmente» (p. 29).
Para degustar:
«Y, además, las palabras se quedarían atrapadas en las profundidades sin posibilidad de emerger, prisioneras de unas cuerdas vocales repentinamente tensas e hinchadas, exudando un humor amargo ahí donde se forma un nudo de regularidad variable en los momentos en los que debo decir mi madre».
«Alcancé, y después superé la edad que ella tenía el día de su muerte y me encuentro en la extraña situación de ser mayor que ella. Cuando traspasé ese límite me dije que todos los que estaban en la misma situación debían de sentir en mayor o menor medida lo mismo: el temor a ser partidos por un rayo en cualquier instante, una culpabilidad más profunda que de costumbre y, al mismo tiempo, una liberación»
Eduardo Irujo