Rueda de prensa de «La danza de las luciérnagas»
Miércoles 27 de Noviembre
Música y compromiso social. Los de Katakrak —un enorme placer tenerlos por aquí— me tenían ganado mucho antes de empezar a leer este Sigue adelante. Raza, poder y música en Nueva Orleans, del antropólogo y periodista musical Matt Sakakeeny. Una invitación a descubrir la realidad de uno de los lugares más fascinantes de Estados Unidos a través de algunas de sus figuras más icónicas: los músicos que conforman las legendarias brass bands. ¡Nos vamos a The Big Easy!
Nacido en Worcester, Massachussets, pero residente en Nueva Orleans —NOLA—, donde ejerce como profesor en la universidad de Tulane, además de ser un «activo» de la comunidad y guitarrista en los Po-boy-citos, el planteamiento de Sakakeeny en Sigue adelante es, en apariencia, sencillo: relatarnos la historia y el día a día de la Rebirth, la Soul Rebels y la Hot 8, entre otras, tres de las principales brass bands —bandas de metales— de la ciudad, con especial hincapié en su devenir tras el desastre del Katrina. Pero, tras leer el prólogo firmado por Fermín Muguruza —cuyo libro + álbum + documental de 2015 Nola? Irun Meets New Orleans puede entenderse como el «germen» de la aparición de esta obra en nuestro país—, muy pronto el lector se da cuenta que el libro que tiene delante tiene poco o nada que ver con las biografías musicales o ensayos acerca de un estilo o movimiento al uso. Aquí hay mucho más… Por cierto, lo que sigue es una brass band en plena acción.
Política, economía, apasionantes debates entre tradición vs. modernidad, cultura vs. atracciones para turistas, racismo, pobreza y violencia se dan cita aquí entre conciertos, festivales, estudios de grabación, montones de desfiles comunitarios, aún más funerales —funerales jazz, con todo el acervo y poso de una herencia ancestral— y, por supuesto, canciones que significan bastante más que un hermoso y efímero entretenimiento para esas calles y esos habitantes del histórico barrio de Tremé… Todo eso, y me quedo corto, reunido en menos de trescientas páginas que, quizás no posean la fluidez ni la verbigracia de ensayistas musicales como Greil Marcus, Simon Reynolds o Jon Savage —determinados pasajes pueden hacerse algo farragosos—, pero que no les anda a la zaga en lo que se refiere a profundidad y alcance en su planteamiento.
Sakakeeny «toca todos los palos» en Sigue adelante. Primero sitúa la relevancia de las brass bands, no sólo en cuanto a su valor musical, sino como motor —«maquinaria» es el término usado— de la comunidad en constante y, también forzosa, evolución. Y, a continuación, comienza «el bombardeo», incansable y estimulante, de antitéticas dicotomías, poderosísimas discordancias, a las que los músicos se enfrentan. La calle como el «campo de batalla» identitario de las bandas, lugar para la celebración, el homenaje y también la protesta, ante una ciudad devastada por el Katrina, cuya rápida reconstrucción —huelga decir, desigual y excluyente, al más puro y sacrosanto estilo neoliberal— se produce gracias a la gentrificación, la especulación inmobiliaria y el turismo. Uff, como me suena esto y, sin huracán de por medio…
Ahondando en este terreno, Sakakeeny nos brinda un magnífico y sorprendente capítulo sobre urbanismo y su decisiva influencia social y, por extensión, en la música. Porque las brass bands existen en el espacio público. Necesitan de éste y la llamada second line, la gente que los sigue en los desfiles— para que tengan sentido. Sin embargo, esa misma planificación urbanística se convierte en una estrategia —¿inconsciente?, permitidme la duda— perversa para mantener una estructura de poder que nos retrotrae a épocas que deberían haber quedado desterradas para siempre. ¿O acaso creéis que los alquileres desorbitados favorecen a los músicos callejeros y a la población trabajadora negra? El mensaje es claro: «sois la esencia de Nueva Orleans, os necesitamos para atraer el turismo mientras tocáis la auténtica banda sonora de la ciudad… pero no os queremos allí».
Perdón, es peor que eso. La ciudad requiere de los servicios y reconoce a los músicos de las brass bands como un «agente», de hecho un representante, clave para su economía. No obstante, obstaculiza el desarrollo de su labor y precariza su trabajo, con salarios y condiciones indignas. La espectacular diferencia de caché por bolo en festivales «autóctonos», incluso los orientados, teóricamente, a celebrar la riqueza folclórica de Nueva Orleans, con el que puede llegar a obtener un rapero o hip-hopero de moda no deja dudas: «no solo no os queremos allí, sino que encima os pagamos menos»…
¿Suficiente? No, aún queda otra bala en la recámara. Una que, desgraciadamente, sigue ocupando las noticias cada poco tiempo. La violencia racial. Sakakeeny, que no puede ocultar su ligazón emocional —cosa que humaniza su ensayo, y el lector agradece— con alguno de los músicos víctimas de una de las ciudades con más homicidios per cápita del país, diez veces por encima de la media. La diferencia estriba en que Sigue adelante logra ofrecernos una visión mucho más completa de lo habitual. El hostigamiento a la población negra es estructural, es decir, institucional, policial y político, y confluye con la violencia interpersonal, la que tiene que ver con la desesperación, la marginalidad y el crimen. Resumiendo, ser músico y negro en NOLA es una profesión de riesgo.
Y, sin embargo, «respira». Pese a todo lo expuesto, Sigue adelante no es un libro pesimista, porque las brass bands no sólo están vivas, sino que nunca se detienen. De los reveses padecidos surgen oportunidades, como la serie de televisión de culto Tremé, y, sobre todo, nuevas canciones, como Why they had to kill him?, You don’t want to go to war o We made it through the water —podéis escucharlas en el playlist que os hemos preparado al final de la reseña—, que pronto se incorporan al imaginario colectivo, transformados en himnos reivindicativos y testimonios de toda una comunidad. De las fricciones internas y generacionales —Sakakeeny contrapone a la «generación de los derechos civiles» vs. la «generación hip hop»—, ese conflicto permanente entre modernidad y tradición, nacen nuevas propuestas musicales que expanden y actualizan el sonido de Nueva Orleans en el siglo XXI. NOLA sigue en marcha, siempre adelante… y gracias a este libro, ahora la tenemos un poco más cerca. ¡Do whatcha wanna!