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«El cirujano y el pastor» en HORDAGO

Nazis
Meg Ostrum: “La imaginación y el ingenio son esenciales en las estrategias de resistencia”

Aitziber Jimenez de Aberasturi
8 jun 2024

El Cirujano y el Pastor (Katakrak, 2023) es un libro que narra la historia de cómo entre 1942 y 1943 la selva de Irati se convirtió en un paso clandestino para quienes escapaban de la guerra y la tiranía hacia Inglaterra. Entre la Francia de Vichy y la España de Franco, el ingenio de rebeldes y miembros de la resistencia fue clave para que más de cien perseguidos escaparan por el Pirineo navarro. El pasado mes de mayo, con la compañía de su autora, Meg Ostrum (Cleveland, 1950), se recordaron aquellas vidas resistentes a la barbarie en diferentes puntos de Euskal Herria.

Ostrum, que ha trabajado durante toda su vida en la industria cultural, publicó en 2004 este libro, que ha sido, según ella, “el proyecto de su vida” después de casi veinte años de investigación. Todo empezó en otoño de 1983, la primera vez que visitó Iparralde, cuando “accidentalmente” se cruzó con la gente adecuada que le daba pistas o “pepitas de oro” para profundizar en una leyenda compleja que había sido simplificada en su transmisión hasta el día de hoy.

Así, El Cirujano y el Pastor es una mezcla de autobiografía, un rompecabezas que la autora cuenta según a medida que va investigando. Es una trama detectivesca sobre la guerra, sobre el valor moral y colectivo de un pueblo que trabajó conjuntamente para ayudar a escapar a los fugitivos de la persecución nazi. Una historia ambientada en Euskal Herria, narrada con mucho tacto y cercanía. Y una mirada sobre la tierra bonita y desprejuiciada.

La red belga Zero convirtió el gran hayedo de la Selva de Irati, entre la Francia de Vichy y la España de Franco, en el paso clandestino de quienes escapaban de la guerra y la tiranía hacia Inglaterra. ¿Por qué fue la vía de escape más importante durante 1942 y 1943?

A diferencia de la famosa línea de resistencia belga Comète, que ayudó a escapar a 800 pilotos aliados en la costa, este es un paso en el interior que se dio en un periodo diferente. El paso Comète duró casi cuatro años, mientras que el de Irati duró dos. Aparte, el trabajo de evacuación en la red belga Zero era más bien secundario y diferente al formato de Comète. Por una parte estaban los belgas con altos cargos que necesitaban ser transportados por Mendibe, pero por otro estaban los jóvenes franceses que estaban obligados a cumplir con el servicio militar obligatorio de los alemanes llamado Service du Travail Obligatoire. Era clave el hecho de que había una enorme operación industrial que operaba desde Mendibe y que necesitaba trabajadores. Además, era una industria situada en las montañas, una localización muy estratégica, muy cerca de la frontera española. Los fugitivos trabajaban allí y así podían conseguir algo de dinero para que alguien les ayudara escapar al otro lado de la frontera.

¿Cómo es posible que una serrería entre montañas se convierta en una infraestructura de contraespionaje o de lucha contra los nazis?

Era una combinación de varias cosas que hacía posible llevar a cabo tal mascarada. Por un lado, estaba la relación que tenían los co-conspiradores entre ellos. Compartían un sentimiento anti-alemán que crecía y eso les daba un valor moral y colectivo muy fuerte. Es muy interesante entender la confianza que tenían entre ellos y la generosidad con la que actuaban para que funcionara la operación. La gente que estaba detrás del proyecto no rehuía del reto. Luego, estaba la inteligencia con la que actuaban y la habilidad con la que camuflaban lo que estaban haciendo. Nunca hablaban sobre lo que estaba pasando, eran muy conscientes de la importancia que tenía el silencio. Charles Schepens, que era el cabecilla de la operación, interpretaba un agente doble, era cordial con los enemigos, los alemanes, les hacía todo tipo de favores y eso era otra capa de protección. Y no solo eso, sino que también tenía papeles falsos para demostrar que las producciones de la industria estaban siendo usadas para el Muro atlántico. Parecía una operación muy legítima y consiguió engañar sea a los alemanes como a los habitantes del pueblo.

Por el cable que bajaban los troncos del monte subieron microfilms, documentos secretos de inteligencia y más de cien personas, entre ellos los líderes de la resistencia. ¿Qué rol juega el ingenio en este tipo de estrategias de resistencia?

Diría que eso fue una de las cosas que me sorprendió. Siempre había pensado en un héroe con una fuerza física sobrehumana y nunca se me había ocurrido lo importante que es la imaginación. Schepens tenía la pericia de un ingeniero para hacer funcionar la serrería y en Mendibe todo era cuestión de inteligencia. Es increíble pensar que cientos de personas están pasando las fronteras del país, pero esto va más allá, y es pensar, en sí, en el hecho de que este cable estaba pasando la literatura de la resistencia y documentos secretos. La imaginación y el ingenio son esenciales en la resistencia.

Jean Sarochar, un pastor y mugalari con una reputación ridiculizada por el pueblo como el bufón o bromista, que construye el tramo que va desde Mendibe hasta la Casa del Rei en Nafarroa Garaia; y Charles Schepens, un oftalmólogo belga convertido en espía y cabeza pensante de la operación del aserradero de Mendibe. ¿Qué comparten dos personajes tan diferentes para protagonizar una historia de resistencia al nazismo?

En la base, era ser anti-alemanes. Los padres del doctor Schepens participaron en la resistencia durante la primera guerra mundial, conocía la historia de primera mano. Sarochar también luchó en la guerra, fue capturado y escapó. Ambos tenían la idea de que cualquier ocupante tenía que ser expulsado, y esa era su causa común. Pero también eran dos personas que confiaban mucho el uno en el otro. La confianza era esencial. Una vez que habían testeado a la otra persona, sabían que era sólida y sabían que podían apoyarse mutuamente. Llegados a ese punto estaba todo hecho.

A menudo explicas que, según avanzabas con tu investigación, fuiste capaz de separar la realidad de la ficción. ¿Qué supone tener la memoria colectiva como fuente de una investigación histórica?

La memoria colectiva está construida en una mezcla de cosas. Cuando alguien transmite una historia, cambia, se amolda a las percepciones de la gente. Porque la memoria no es historia, tampoco fotografía, es como una percepción de los hechos y se amolda a los individuos o comunidades de personas. Crea una identidad, les ayuda a entender las cosas, por mucho que no todo sea cierto. La memoria colectiva es dinámica, cambia, cada narrador contribuye con sus detalles. Se reinterpretan épicas diferentes dependiendo de quién cuenta la historia. Por ejemplo, Ugeux (líder de la Resistencia belga) o Sarochar eran verdaderos narradores, querían hacer una gran historia de lo que contaban. A Schepens, sin embargo, no le interesaba una buena historia, narraba los hechos tal y como eran. Cuando haces un proyecto como este, tienes que hablar con tanta gente como sea posible. Tienes que ver dónde está el acuerdo, dónde el desacuerdo. Tienes que corroborar con todo tipo de documentos.

¿Qué rol juega la literatura como mecanismo para la politización de la memoria “democrática”?

La literatura expande el alcance de la historia hacia otras personas, otras generaciones o gente de otros lugares que no tiene contacto con los hechos en sí. Da igual si está escrito como ficción o no ficción, la literatura es una manera de difundir el conocimiento de una historia.

¿Cómo llega a ser el recuerdo de esta historia y aquellas vidas resistentes a la barbarie un acto de resistencia en estos tiempos?

Recordando que los individuos pueden marcar la diferencia. La gente se siente desesperada porque las fuerzas de opresión y de ocupación son tan grandes que es imposible, a nivel personal, ser capaz de contrarrestarlas. Pero este libro creo que es realmente una fuente de inspiración sobre lo que la gente que encuentra una causa común puede hacer y un recordatorio de que se puede llegar mucho más allá de lo que podrían haber esperado que fuera posible. Diría que es una lección: que los individuos pueden hacer una diferencia.

En el libro la frontera es un campo de tensión entre violencia y desafío. Hoy, las fronteras siguen siendo testimonio de muertes diarias. ¿No hemos aprendido nada?

Tenemos mucha amnesia histórica, por lo menos en Estados Unidos. Hablamos de la memoria viva que dura alrededor de dos generaciones y luego flota, la gente vive en el presente. También los medios de comunicación simplifican las historias. Hay muchísima información y la gente no se toma el tiempo para cuestionarse ese bombardeo. Estas situaciones son complejas. Cuando hay conflictos entre diferentes grupos y estos no afectan directamente a la gente, la gente solo quiere una imagen general para luego decidir de parte de quién posicionarse.

¿Qué claves de la contrainteligencia que maquinó el aserradero de Mendibe crees que es interesante para repensar la lucha política?

La gente implicada en la operación de Mendibe eran granjeros, posaderos, profesores, incluso administrativos, y cada uno aportaba desde su posición. La resistencia ciudadana trata de este tipo de sistema clandestino para ayudar a la gente de cualquier manera posible. En Mendibe entendían que el individuo puede marcar la diferencia. Aparte, Schepens era un hombre muy aventurero y la gente que tenía alrededor también lo era. Eran rebeldes y revolucionarios que se atrevieron a pensar a lo grande y mucho más allá de sí mismos. Sin embargo, no estoy segura de si esta historia a esa escala podría darse en el día de hoy. Hay muchísima tecnología muy avanzada y modos de vigilancia bastante más sofisticados. La historia de El Cirujano y el Pastor es bastante particular para su tiempo, pero también muy inspiradora.

En mayo has estado presentando tu libro en diferentes puntos de Euskal Herria, también en la zona de Irati, donde se desarrolla gran parte de la historia. Te has encontrado con gente con quien has coincidido en algún punto de la investigación. ¿Cómo ha sido ese reencuentro?

Es muy satisfactorio reconectar con la gente que durante todo el viaje de mi investigación ha sido tan generosa conmigo. Al principio cualquiera podría haber pensado que era extraño que una americana como yo se interesara en una historia como esta, pero ahora, después de tantos años de trabajo e investigación, hay un libro. Cierra el círculo. Ahora tengo algo que devolverles. Y es como un legado que, dentro de una familia o comunidad, no será olvidado.



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