Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX

Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX

David Botello Méndez

16,95 €

BEZa barne

Eskuragarri 4-5 egunetan

Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX

ISBN 978-84-415-4166-5
Orriak 400
Urtea 2021
Argitaletxea Anaya Multimedia
Saila Pedidos

El siglo XIX es un jaleo. Por eso hace falta un repaso divulgativo, cronológico y anecdótico de una etapa apasionante que empieza con la Revolución Francesa y acaba de sopetón en Cuba'98.
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Un siglo en el que España perdió un imperio pero ganó un país; en el que dejamos de ser vasallos para convertirnos en ciudadanos; en el que el poder absoluto fue derrocado por la democracia. Y, para llegar aquí, hubo que pasar por muchos, muchos follones, amoríos, sinrazones, locuras, enredos, trapicheos y tejemanejes.
La conspiración de las malas lenguas que arruinó la imagen de Carlos IV; los amoríos escandalosos de Godoy con la Maja Desnuda; los tejemanejes de Fernando VII para echar a su padre del trono; la guerra que le ganamos a Napoleón; los expolios que organizaron los franceses de Pepe Botella; los aires indepes de los españoles de América; las arrebatadas vidas de los románticos; las despropositadas guerras carlistas; las trampas, las conspiraciones y los chanchullos de María Cristina I; el marrón que se comió Espartero cuando le hicieron regente; los trapicheos del marqués de Salamanca con el marido secreto de María Cristina y el general Narváez; los bastardos de Isabel II y todos los despropósitos de su Corte de los Milagros; los enredos que se organizaron para dar matarile a Prim; las sinrazones que obligaron a marcharse a Amadeo de Saboya; los dos pronunciamientos que dieron la estocada final a la I República; los amores trágicos, inconvenientes y complicados de Alfonso XII; o los batacazos imperiales de María Cristina II. Más o menos.
Este libro es la mejor manera de meterte en el siglo XIX sin perder la cabeza... ni la sonrisa.


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