En 2008, la publicación de La cocina al desnudo fue controvertida, ya que su alegato de amor a la cocina tradicional, casera y mediterránea se conjugaba con un mordaz ataque a la cocina molecular y a la industrialización de los ingredientes, lo que desencadenó un gran debate en la alta cocina.

Santi Santamaria se preguntaba si estábamos asistiendo al ocaso de la cocina doméstica y al imparable declive de la cultura gastronómica, si la «macdonalización» de los hogares y de los grandes restaurantes era irreversible o, incluso, si debíamos sentirnos orgullosos de la cocina —molecular o tecnoemocional—abanderada por Ferran Adrià y su cohorte de seguidores.

Un libro atípico y sugerente, sin recetas mágicas, salpicado de recuerdos y referencias personales y profesionales, escrito al margen de las modas imperantes y contra la cocina-espectáculo por alguien que permaneció toda la vida pegado a los fogones y que, por encima de todo, sentía un extraordinario amor por la cocina mediterránea.

La cocina al desnudo estimuló el diálogo, abrió un debate público sobre el futuro de nuestra gastronomía y agitó las conciencias de una anestesiada ciudadanía que, en muchos casos, y en opinión del autor, parecía haber renunciado a la calidad y al gusto por la comida, porque Santamaría nunca creyó que el fin justificaba los medios, ni en la cocina ni en la vida.

«La técnica sin humanidad, sin amor, solo causa destrucción. Santi lo sabía y nos avisó antes que nadie.» Del prólogo de Maria Nicolau