PAMPLONA: ESCRITOS Y SUEÑOS

José A. Iturri

12,00 €

BEZa barne

Ez dago eskuragarri

PAMPLONA: ESCRITOS Y SUEÑOS

ISBN 978-4-921537-09-8
Orriak
Urtea 2018
Argitaletxea Eduardo Córdoba
Saila Narrativa Española

«Vuelvo a la hora del martini al Pamplona. Escritos y sueños de José A, Iturri. Como no cenaremos —«a ver si cenamos», pero me parece que ya no vamos a cenar—, voy a su encuentro a la hora del martini —al encuentro de lo queda de él: de su recuerdo, de sus artículos—. De lo bueno que es este libro —de todo lo bueno y verdadero que había en su autor—, da una idea la nota nada fúnebre que Iturri escribió en la muerte de Javier Lezana: ...

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Extraña y rara historia ésta en la que alguien decide irse sin pedir consejo, extraña historia de juegos trascendentes que, de paso, deja a los de por aquí hechos polvo. No se qué lectura tiene el hecho cierto de que tus amigos, de pronto, se te vayan sin cumplir el ciclo, cuando estaban aposentados en la sabiduría de entender la vida, de aconsejar a los desbrujulados, de abrazar el hombro de quien se derrumba, de beber alcoholes amistosos, de ser amigo del día y de la noche, de jugar, por encima de todo, a gente de bien. Tristemente, los muchos amigos de Iturri coincidirán conmigo en que no se puede decir más llanamente ni mejor lo que se siente con la irrupción del vacío inesperado que deja la marcha de un amigo. En igual orfandad se verán hoy sus lectores, ese otro numeroso grupo de amigos que cultivó. Con buen humor —el suyo— ,en la solapa de sus Escritos y sueños, Iturri hablaba de lo reducido de sus méritos: tener amigos, algunos premios, colaboraciones diversas y algún que otro proyecto. Como si tener amigos —ser bien querido— estuviera al alcance de cualquiera. Entre sus premios más deplorables —lo digo con humor, o sea, haciendo mío su espíritu— sin duda estaba la Flor Natural de los Primeros Juegos Florales de la Universidad de Navarra, ganada en la noche de los tiempos, es decir, en los tiempos de la caverna franquista y de su primera juventud. Supongo que entonces José A. Iturri escribía bonito. Se empieza escribiendo bonito; si se vale para eso, se llega a escribir no ya no bonito sino bien; y hay quien llega a escribir de verdad, lo que no excluye el humor. En los Escritos y sueños de Iturri hay un capítulo entero de artículos dedicados a la muerte. El capítulo es, junto al último, el de la fiesta, de los mejores. La muerte es verdad; la verdad más cruda e irreversible, pero la pompa y dramatismo de la muerte, su énfasis y trascendencia, se han quedado fuera del capítulo para dejar sitio a la fragilidad de las emociones, a la complicidad en el desamparo, y para encontrar una salida por el humor. En «El Valle de Josafat» José A. Iturri, inmerso en el humor negro, imagina que allá «el cojo buscará la pierna que le faltó», el decapitado, «la sonrisa que le arrebataron», el tuerto, «el ojo azul con el que soñó en su niñez»… Imaginemos que el Iturri que se mostraba escéptico sobre la conclusión de sus proyectos en marcha —«tengo una novela en preparación y también un tío en América»—, se ha ido de vacaciones a tan remoto lugar para terminarlos de una vez. El último capítulo de Escritos y sueños es, ya lo he dicho, el de la fiesta, cualquier fiesta. Con más trascendencia religiosa, al referirse a las fiestas de Pamplona, Oteiza hablaba en sus Ejercicios esprituales de un espacio a medida del hombre, donde burlar momentáneamento a la muerte y llenar la vida de sentido frente a ella. Sin trascendencia y con la verdad de aquello en lo que se cree, en un artículo sanferminero José A. Iturri nos habla de aprovechar cualquier ocasión para el hedonismo: cualquier ocasión «donde el puro placer del placer adquiere categoría y humanidad». Cualquier ocasión, añade en otro artículo sobre los carnavales, donde las cosas, «además de ser verdad, resultan bonitas». Hace falta categoría humana para convertir las horas del día —cualquier hora: la del martini o la del alba—, durante las fiestas y sobre todo fuera de ellas, en momentos propicios para tejer afectos verdaderos, goces compartidos, complicidades amistosas, sueños y proyectos de «por encima de todo, gente de bien». Con esa categoría no es raro hacer amigos. Hace falta escribir mucho —y más que bien, de verdad— para que el encierro diario de una columna sobre una ciudad por lo regular mortecina y crispada, resulte una carrera no ya «limpia y bonita», sino una carrera corrida con una categoría humana que, además de alegrarnos la fiesta diaria y distraernos de lo inevitable, nos haga confiar en la posibilidad de algo mejor. Uno que tenía categoría para una y otra cosa se ha ido —me dicen que con la misma discreción de siempre—, cuando los amigos y cómplices de sus escritos y sueños más vamos a notar su marcha. A ver si cenamos.» Publicado por Javier Eder el domingo 2 de octubre de 2005 en Diario de Noticias.


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