Un solete
Irailak 02 Astelehena
«Mi historia con la pintura, en cambio, es mucho más feliz (aunque la felicidad solo le interese al que la experimenta: a nadie le importa la felicidad ajena).»
Novela o sucesión de relatos interconectados. Poco importa. Este libro publicado originalmente en Argentina, en 2014, por la editorial Mansalva ha sido recuperado por la editorial Anagrama a finales de 2017. María Gainza narra unas vidas extrañas bajo el caleidoscopio del arte.
Historias de vida que se abrochan a historias de la pintura, o cuadros o sensaciones estéticas. En un ejercicio de alta literatura, la autora, que en la vida real enseña y escribe crítica de arte, entreteje con pinceladas reflexivas situaciones cotidianas, y lo hace con una paleta de colores intensa.
«Pero también había algo en esa técnica abocetada que se fundía a la perfección con el tema: como si el artista hubiese sido interrumpido por un terremoto en medio del trabajo, como si en un mundo precario terminar algo ya no tuviese sentido». Afortunadamente la autora no sucumbe a esa tentación y nos conduce como por una galería de personajes por la vida y la pintura; las tentaciones y la recurrente expiación. En sus páginas se entrecruzan artistas como Toulouse-Lautrec, Rousseau, Courbet, Rotko, El Greco y otros que suenan menos conocidos por estas tierras, como el argentino Schiavoni o el japonés Foujita. Seducidos por las imágenes, entendemos que nunca podremos mirar algunos cuadros o situaciones con el mismo frío distanciamiento.
«El asunto es que la ansiedad lo hacía hablar de más. Olvidaba que los elementos más poderosos de una obra con frecuencia son sus silencios, y que, como dicen por ahí, el estilo es un medio para insistir sobre algo». Esos silencios pueblan el libro y lo convierten en una pinacoteca donde nos podemos detener en cada esquina a ojear el desenlace. «Es como visitar los glaciares o atravesar un desierto. Pocas veces lo inadecuado del lenguaje se vuelve tan patente». Afortunadamente eso no sucede en el libro. Leedlo y acercaros con los ojos bien abiertos. Y puede que terminéis como el que esto suscribe con un ojo latente, palpitante. Un nervio óptico palpitante.
Eduardo Irujo