Rueda de prensa de «La danza de las luciérnagas»
Azaroak 27 Asteazkena
NATXO PARRA ABOGADO Y ESCRITOR
Natxo Parra y Carles Viñas presentan hoy, a las 19.00 h, en Katakrak ‘St. Pauli, otro fútbol es posible’, el libro dedicado a un club alemán con una historia e ideología únicas
IÑAKI SEVILLANO - Lunes, 5 de Junio de 2017 - Actualizado a las 06:07h
Natxo Parra y Carles Viñas, posando en una presentación anterior.
PAMPLONA - Cual aldea gala en época romana, el club alemán St Pauli sobrevive a la invasión del capitalismo en el fútbol moderno a base de dedicar su beneficio a lo verdaderamente importante: solventar los problemas de su barrio, ubicado en Hamburgo. Liderando la condena a todo lo que suponga discriminación a base de incesantes movimientos sociales, defiende el fútbol romántico de antaño, donde la dictadura del dirigente no se concebía como regla. Natxo Parra no se resistió a extender la leyenda. Su libro es su tributo al mito.
-Estábamos muy alejados de los clubes de fútbol, por su excesiva comercialización, por aceptar determinados patrocinios, la poca vinculación social que tenían... y por eso empezamos a seguir al St Pauli, por todo lo que tiene más allá de lo estrictamente futbolístico. Es el único club que se define como antifascista, antirracista y contrario a cualquier forma de discriminación, además de toda la vinculación que tiene con el barrio... seguramente porque es el club que más se parece a la forma en que nosotros entendemos el fútbol. A raíz de ahí surgió la idea de poder escribir la historia del club y nos decidimos por publicarlo.
-Es un club fundado por burgueses sin ningún tipo de tradición política que deambula durante el nazismo, ya que no se posiciona en contra de la cláusula antijudía y mantenía una actitud totalmente neutra. Es una historia anodina hasta que estalla, a mitad de la década de los 80, con la emergencia de todos los movimientos sociales vinculados con los okupas, que en Hamburgo tenían un amplio eco. A estos punkis les gustaba el fútbol y dejan de ir a las gradas del HSV, su rival, porque están pobladas de elementos nazis, y poquito a poco van repoblando la grada del St Pauli hasta el punto en el que se hacen lo suficientemente fuertes para acabar cambiando la propia fisonomía del club, asumiendo todos los planteamientos que defendía toda aquella grada.
-En aquel momento lo tuvieron. Ten en cuenta que en los 80 se vive el resurgimiento del nazismo y uno de los focos de atención son las gradas. Que una grada esté posicionada tan claramente en contra del fascismo genera conflictos en todos los sitios. Eso hace plantearse a la propia afición si van o no a los desplazamientos, porque, al final, era el enemigo común.
-El HSV es de la misma ciudad, por lo que se le une la rivalidad ciudadana junto con la rivalidad política, porque la grada del Hamburgo era de extrema derecha. Es el caldo de cultivo perfecto para crear una enemistad que a día de hoy se mantiene.
-Empezó en los 70 y acaba cristalizando en los 90. Quizá lo más visual es que se define como un club antifascista y contrario a cualquier forma de discriminación, pero para ellos lo más importante no es eso, sino que son una entidad radical de barrio. De hecho, su primera directriz es que el St Pauli es un club de barrio radicado en Sankt Pauli. Hay que tener en cuenta que la grada no era militante solo respecto al fútbol, era gente que tenía dobles y triples militancias. Todo ello lo acaban trasladando a que el St Pauli debe afrontar los problemas que vive hoy en día un barrio marcado por la delincuencia, la criminalidad, un paro galopante y que había acogido las grandes olas de inmigración a Alemania.
-Alemania tiene una base jurídica inicial que es muy diferente a la de aquí. En España, establece, desde el año 92, que si pasas de Segunda B, el club se tiene que transformar en sociedad anónima deportiva. En Alemania, está la regla del 50 más uno, que define que obligatoriamente el 51% del accionariado del club tiene que estar en poder de los socios, por lo tanto, nunca podrá haber un gran inversor, con las excepciones del Wolfsburgo, el Bayern y el Liepzig. Con esa premisa, ha calado el funcionamiento asambleario por el que cualquier decisión del club tiene que pasar por la asamblea de socios. Es un órgano al que ninguna junta puede controlar y que toma parte en cualquier decisión, ya sea aceptar un patrocinio, fichar a un jugador... para que nunca pierda la vinculación con los principios que rigen el club. Es el ejemplo de cómo una grada es capaz de cambiar al propio club y de tener una posición muy activa.
-Ese es el cambio de chip que han vivido respecto a la gran mayoría de clubes. Si ganamos y podemos subir a Primera, perfecto, pero eso no es a costa de cualquier cosa. Han aplicado una decisión muy madura como aficionados: nuestra principal victoria es que podamos ayudar al barrio, que podamos dar salida a muchos problemas que puedan padecer. Si no viene el éxito deportivo, no es ningún fracaso.
-Es un club muy local, que está en un barrio, pero que además está absolutamente globalizado, con millones de seguidores y más de 500 peñas en todo el mundo. Rehuyen el concepto del fútbol moderno, aunque con todas las contradicciones que tienen, porque, con su comercialización, el año pasado lograron 33 millones de euros de beneficios.
-Es un club contra el fútbol-negocio, pero montan un comercio gigantesco alrededor de su imagen con unas connotaciones muy claras de rebeldía, popularidad y antifascismo. Tampoco podemos olvidar que es un club profesional que está compitiendo y tiene unas reglas marcadas. Uno de los grandes riesgos es terminar convirtiéndose en una moda, haciendo que el capitalismo vacíe de contenido la imagen del club. Creo que ellos asumen estas contradicciones intentando darles la vuelta a través de poder decidir qué hacer con todo el dinero. En vez de asumir fichas elevadas, los beneficios económicos tienen que revertir dentro de la sociedad, destinándolos, por ejemplo, a dar soporte a toda la masa de refugiados del año 2014. Los beneficios influirán al margen del simple lucro.
-(Se ríe) Podría ser un paralelismo en cuanto a lo que supondría el asalto a las instituciones para intentar cambiarlas desde dentro. El St Pauli está intentando participar en el fútbol profesional para intentar cambiarlo, pero si entráramos en lo más concreto, yo no lo tendría claro, porque su posicionamiento es muy fuerte y el de Podemos no sé si lo es. En relación con el Rayo, no es lo mismo por los dirigentes del club. La del Rayo es una de las gradas más combativas, sobre todo en cuanto a agrupación de peñas constituida como un contrapoder respecto al club. En ese sentido, sí que sería parecido, pero, al final, el Rayo está controlado por dirigentes que no piensan de la misma manera que la gente de Vallecas, sino por unos dictadores que deciden hacia donde va el club, como hemos visto con el caso Zolzuya.
-Esta debería ser una de las grandes demandas, porque ese es el inicio de la mercantilización del club, una sociedad está constituida para ganar dinero. Soy optimista, porque cada vez se están viendo más clubes de accionariado popular. Se está trasladando la fidelización que tenía parte de la grada de los grandes clubes hacia los clubes de barrio, donde se puede encontrar la esencia del fútbol rebelde y tienes la posibilidad de incidir en la directiva y poder cambiar las cosas.